El 29 de diciembre de 2022, la familia Andrade regresaba a Río Gallegos después de haber estado durante casi 10 meses en Ciudad Autónoma de Buenos por el tratamiento de leucemia linfoblástica aguda tipo B que había recibido Bautista, de sólo 9 años.


Este jueves, Mauricio Andrade, Verónica Pardo y Bautista, pronto a cumplir 13 años, visitaron los estudios del Grupo La Opinión Austral.
Sobre cómo comenzó todo, Verónica recordó: “Fue un control de rutina, después, desayunó y se fue a clases a la Escuela N°1. Me llamó su papá para decirme que había que repetir el laboratorio porque algo no se veía bien, instinto de madre… me puse a llorar, sentí algo que no estaba bien. Nos fuimos a repetir los laboratorios con la Dra. Oberto y ahí comenzó todo. El Dr. Saavedra agilizó todo”.
“Fue un balde de agua fría, no entendíamos, creo que llegamos a Buenos Aires y tampoco entendíamos que era lo que sucedía, pero se pronosticaba que venía siendo una enfermedad oncológica”, señaló.
“Nunca pensamos, ni hubiésemos imaginado lo que estaba pasando realmente”.MAURICIO ANDRADE, PAPÁ DE BAUTISTA
Bautista practicaba artes marciales y sus padres solían insistirle en que se hidrate. La noche anterior al examen de sangre, “Bauti” bebió agua, pero sus labios permanecieron blancos, ese fue el único signo que observaron Verónica y Mauricio.
“Nunca pensamos, ni hubiésemos imaginado lo que estaba pasando realmente”, recordó Mauricio.
Para diagnosticar, era necesario realizar una punción medular. “No la vamos a olvidar nunca, fue bastante traumática, pero ese mismo día también recibimos la llamada tuya, fue la primera entrevista que dimos. Esa primera punción fue en la habitación con anestesia general y detalles que son muy complicados comentarlos y después de eso, nos dijeron qué es lo que era”.
En el Hospital Militar no entendían cómo Bautista, que necesitaba transfusión, llegó jugando.
“Desde mi perspectiva, veía cualquier cosa. Un día estaba en la escuela y me dicen: ‘Bauti, te retiras y yo ‘eeee’, estaba feliz, no quería ir más a la escuela. Después, me llevan a repetir los laboratorios y tenía un miedo a la aguja… después lo perdí. Mi papá me dijo que íbamos a viajar a Buenos Aires a tomar una medicación y que íbamos a tener unos días de vacaciones. Estaba asustado por el avión, tenía pánico. Después lo superé, llegué jugando con mis peluches, era fan de Mario Bros y sigo siéndolo”, contó Bautista.
“Me revisaron, me pusieron una vía, pensé que iba a durar una semana y después me iba a ir, pero entendí que no. Mi papá me engañó, era una mentirita piadosa”, recordó.
10 meses
Sobre cómo se fue desarrollando el tratamiento, Verónica relató: “Te explican por partes. Uno llega con mucha ansiedad y quiere saber todo, pero es como te dicen los doctores, cada chico es un mundo. No te pueden decir que esta primera etapa de la quimio va a durar tres meses. Después vas entendiendo que hay infecciones de por medio o que el niño tiene que responder. A ‘Bauti’ le costó mucho responder en la primera parte, por eso pedimos mucho las cadenas de oración, costó mucho porque son ‘quimios’ muy fuertes que te barren todo lo bueno y todo lo malo, tenés que ir viendo día a día cómo evoluciona”.
Mauricio agregó: “Las mismas complicaciones del inicio, las tuvimos al final del tratamiento y ahí se complicó más todavía, entró a terapia, hubo varias operaciones, infecciones de pulmón, catéter, gracias a Dios y a las oraciones de todos, pudo salir y ahora lo tenemos acá con nosotros”.
“A ‘Bauti’ le costó mucho responder en la primera parte del tratamiento”.VERÓNICA PARDO, MAMÁ DE BAUTISTA
La contaminación cruzada en los alimentos era un riesgo para un paciente con las defensas bajas. “Empecé a extrañar los capeletinis, las milanesas, empecé a extrañar las cosas más simples“, recordó “Bauti”.
Su rutina distaba mucho del de otros niños. “Me despertaba con dolor de panza, tenía dos enfermeros sacándome sangre de los dos brazos y después, me dormía. La mitad de tu día son todos doctores y después hay una parte del día que estás esperando el siguiente día“.
Con un vecinito, se llamaban por teléfono y jugaban a Roblox. “Sino también charlábamos, eso me sirvió bastante”, afirmó.
Cuando pudieron dejar el hospital, Bautista volvió a descubrir el “afuera”. “Era de noche, pero me gustaba la luna, todo, ¿así se sentía estar afuera? era como recién nacer”, expresó. El primer día “afuera”, pudo comer un poquitito de su plato de capeletinis.
En esta segunda etapa, igualmente, reconoció: “No dejaban de haber llantos, dolores, pinchazos, pero diferente, al principio fue muy de golpe”.
Días de incertidumbre
Para Mauricio y Verónica esos meses en Ciudad de Buenos Aires fueron interminables. “Todos los días era incertidumbre, miedo, terror, angustia, un poco de alegría, pero había que estar ágil y con toda la fuerza para que saliéramos adelante. Siempre le decía a ‘Vero’ y a ‘Bauti’ que nosotros íbamos a volver a Río Gallegos, tenemos que volver, vamos a volver y vamos a volver con ‘Bauti’ sano. Era tanta la angustia que a veces, lo veíamos muy lejos, veíamos los aviones despegar y decía: ‘Algún día vamos a tomar un vuelo de regreso a Río Gallegos, vamos a ver el viento que nos pegué en la cara de vuelta, con nuestros perros, con nuestra familia’. Luchamos los tres, ‘Vero’ se puso todo encima, yo también y ‘Bauti’ fue el que dio todo”.
Al terminar el tratamiento de quimioterapia, es costumbre que el paciente haga sonar una campana. “Tocó un día que no había nadie en el hospital, no había nada preparado. Nosotros salimos, había un pasillo re lago y estaba atardeciendo y se empezó a alumbrar el pasillo, estábamos avanzo y suenan las campanas de la iglesia y mi papá me dice: ‘¿Ves hijo? No te están tocando las campanas, pero Dios te está tocando las campanas’“.
“Luchamos los tres, ‘Vero’ se puso todo encima, yo también y ‘Bauti’ fue el que dio todo”.MAURICIO ANDRADE, PAPÁ DE BAUTISTA
La tercera estrella de Argentina, la celebraron en Buenos Aires, al igual que Navidad. Finalmente llegarían a Río Gallegos 72 horas antes del Año Nuevo.
“Me imaginé que iban a estar tíos y abuelas, y cuando llegué, me asusté, había un montón de personas. No lo podía creer”, contó el entonces niño de 10 años que había llegado en silla de ruedas porque las quimioterapias lo habían debilitado.
Actualmente, la leucemia está en remisión. “Hoy, volvimos por fin a nuestra vida normal”, expresó Verónica y agregó “solamente seguimos con los controles que van indicando desde Buenos Aires y viajando cuando es necesario”.
Bautista asiste a la Escuela Laboral Domingo Savio y allí aprendió carpintería. Además, participa del grupo scout Cristo Redentor y desde hace un tiempo, toca el piano.

“Me doy cuenta las cosas que pasé. Mi cerebro piensa más las cosas buenas y deja las malas a un lado, pero pienso, tengo que recordar las malas porque fueron demasiadas y muy fuertes. Hasta el día de hoy no puedo creer que lo haya superado. Agradezco las bendiciones, estuvo Dios de mi lado, agradezco a las doctoras, a mi mamá y mi papá que estuvieron siempre ahí”, expresó.
¿Qué mensajes dejarían a otras familias que estén atravesando una situación similar? Bautista respondió: “Si están pasando por una situación así, si tienen un hijo enfermo, si están mal, no importa lo que hayan hecho, ni lo que hayan pasado, recuerden que no van a estar solos, van a estar con Dios, Dios existe y lo puedo asegurar, me hizo un milagro, a mí me salvó la vida. Siempre he creído en Dios. No se olviden de Dios porque Dios siempre está con vos”.
Esta experiencia, indicó Verónica: “Nos hizo un clic”. Los Andrade comenzaron a valorar pequeñísimos detalles del día a día, desde disfrutar comer juntos en una mesa hasta poder beber agua del vaso.
Por su parte, Mauricio recordó la importancia de realizar estudios médicos de control. “Siempre lo recalco a mis amigos y familiares, hay que tratar de hacer, por lo menos, una vez al año un chequeo, tanto para los chicos como para los grandes, fue así como detectamos lo de ‘Bauti'”.

“No tengan miedo a esos diagnósticos”, añadió Verónica, “uno recibe el mensaje, y lo entiendo porque lo vivimos, te paraliza, pero hay tratamiento, la mayoría en Buenos Aires. No asustarse, acompañarse de la familia y ser fuerte porque ellos nos necesitan fuertes a los papás. Tratar de llorar, sacarlo cuando lo necesites y no cerrarse”.
A horas del cumpleaños de “Bauti”, Mauricio anheló: “Me gustaría tener bastantes años y verlo a él hecho un adulto”.
“Estamos orgullosos de vos hijito, te amo. Estamos orgullosos”, cerró Verónica.
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