Que la mató porque ella lo había dejado. Eso decía el zócalo de un programa de canal 13 sobre el femicidio de Úrsula Bahillo, culpando a la víctima de su propia muerte.

Porque en pleno 2021, con más de cuarenta mujeres asesinadas a manos de un varón, todavía hay que explicar que la violencia machista no necesita excusas para llevarse a cabo. ¿Quién las necesita cuando hay todo un sistema que sostiene la inequidad entre hombres y mujeres?

 

El femicidio de Úrsula en su pueblo, Rojas, nos llena de bronca y la indignación llegó a todos los rincones del país, haciendo que nos preguntemos cómo pudo suceder cuando ella pidió tantas veces ayuda. Cualquier femicidio conmociona, pero cuando vemos que la víctima hizo todo lo que el Estado le exige hacer para ponerla bajo resguardo, es todavía más escalofriante.

 

Cuando decimos “NiUnaMenos, el Estado es responsable”, hablamos de esta falencia, esta falla estructural en las instituciones donde la perspectiva de género todavía es la excepción.

 

A Úrsula no la escucharon, ni el juez de Paz, que entendió que el caso no era urgente, ni la Policía que le dijo que los fines de semana no tomaban denuncias, aún sabiendo que no era la primera.

 

El femicida tenía un historial de agresiones contra mujeres a las que sometió con abusos físicos y psicológicos mientras estaba y sigue- adentro de la Policía Bonaerense.

 

Según el observatorio Ahora Que Sí Nos Ven, el año pasado en Argentina hubo un femicidio cada 29 horas y el 5% de los agresores eran integrantes de alguna fuerza de seguridad. Entre 2010 y 2020, 48 mujeres fueron asesinadas en el AMBA por sus parejas o exparejas policías según el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).

 

Contamos muertas a diario. 44 femicidios en 40 días y sólo hablamos de los casos que llegan a los medios. La violencia es una pandemia que recrudeció durante el aislamiento y las estrategias para contenerla no mejoraron.

 

El femicidio de Úrsula, por las características que tiene, es otro punto de inflexión para el movimiento de mujeres, como lo fue el de Chiara Páez o el de Micaela García, y obliga al Estado a poner a los crímenes por razones de género como prioridad en función de la mirada mediática que este asesinato tiene por estos días en los que todas las Úrsulas a las que tienen haciendo pasillo, van a tener voz.

 

En diciembre, La Opinión Austral contó el caso de Meli, que había denunciado más de quince veces a su expareja, Leandro Villalba, que la tenía amenazada de muerte.

 

Audiencia tras audiencia, denuncias y exposiciones, perimetrales que se incumplían y no había sanción, durmiendo en sillones de amigas y sin poder ir a trabajar por el terror que tenía de que su ex la mate.

 

Su vida se había reducido a eso. Dos meses más tarde, su abogada le dijo a La Opinión Austral que “cuando vi lo que pasó con Úrsula fue inevitable la conexión con Meli. Vemos que lamentablemente no basta una denuncia, ni veinte, ni treinta, sino que muchas veces hace falta ayuda y visibilizar el caso, una sola no puede, la denuncia no alcanza”.

 

Meli tiene ahora un botón antipánico que no quiere que le retiren y fue citada para una audiencia con el juez Antonio Andrade, a la que va a ir con sus amigas, que la contienen como contuvieron a Úrsula las suyas, aunque no alcanzó.

 

Las mujeres tejemos redes, motorizamos una de las transformaciones sociales más poderosas de estos tiempos, pero la respuesta es cultural, hacen falta varones comprometidos y funcionarixs que funcionen.

 

“El de Úrsula no es un caso aislado, a nosotras nos costó nueve denuncias que nos dieran el botón antipático, ella tenía otras seis acusaciones penales contra su ex. Desde que tiene el botón está más tranquila y ahora queremos que su caso llegue a sentencia”, indicó la abogada de Meli.

 

Nos costó nueve denuncias que nos dieran el botón de Meli

Úrsula hizo 18 denuncias en contra de Matías Ezequiel Martínez y todavía no le habían dado el dispositivo. A penas perimetrales que el policía violó una y otra vez sin pagar ningún costo por eso. ¿Eso hubiese sido posible con un juez o jueza, fiscal o fiscala con lentes violetas? Teniendo en cuenta los antecedentes de él, el hostigamiento y las amenazas de muerte que continuaron después de las denuncias, está claro que no.

 

Según Sabrina Granero, que coordina las Oficinas de Violencia Doméstica en Santa Cruz y la Oficina de Género del Poder Judicial, “todo tiene que ver con la Perspectiva de Género”, que “no puede estar ausente en las instituciones públicas que trabajamos con este tema tan delicado, llámese Poder Legislativo en seguir modificando las normas que se aplican; Poder Ejecutivo en la capacitación de las fuerzas de seguridad, estereotipos y demás organismos que deben acompañar a las personas que sufren violencia antes, durante y después de la primera denuncia, y finalmente el Poder Judicial que debe actuar no sólo con Perspectiva sino con Debida Diligencia”, apuntó.

 

La perspectiva de género no puede estar ausente

Para la funcionaria “es importantísima la escucha responsable de lo que nos vienen a denunciar, porque en ese relato unx advierte cuáles son las medidas adecuadas para cada caso en particular, que obviamente puede ser más de una, y no son excluyentes entre sí”.

 

Además, “es sumamente necesario que ante la presencia de incumplimientos de las medidas dispuestas -que existen- se informe y la Justicia Penal resuelva inmediatamente, lo que muchas veces es difícil por normas burocráticas que deben ser modificadas en el Código; se deben acumular las causas por imputado y se resuelva en base a eso”.

 

Que las instituciones que intervinieron en el caso de Úrsula no cumplieran su rol fue muy oportuno para que su expareja le asestara las 16 puñaladas con las que terminó con su vida. Por eso la responsabilidad de este femicidio es del Estado. Así lo cree la abogada feminista Pamela Pérez, que fue quien capacitó al Poder Legislativo en la ley Micaela.

 

“Úrsula fue víctima de violencia física y psicológica por parte de su novio, pero también fue víctima de la violencia institucional por parte de la fuerza de Policía y por parte del Poder Judicial que piensa que abordar cuestiones de género consiste en dictar perimetrales, sin tener en cuenta la desigualdad estructural que sufren las mujeres inmersas en el sistema patriarcal y machista” dijo, y por eso “los femicidios no cesarán hasta tanto las instituciones no se pongan los anteojos violetas, porque una Justicia sin perspectiva de género no es Justicia”, finalizó.

 

El vacío que deja una piba que a sus 18 debería estar viviendo plenamente nos llena de tristeza, pero el vacío que le hicieron quienes debían protegerla nos llena de bronca, que siempre las mujeres y disidencias supimos transformar en consciencia colectiva hasta que todo esto cambie, aún si eso significa romper todo para hacer algo nuevo.

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