Cuando aquella entrañable Selección Argentina Sub 20 de 1979, con César Luis Menotti como técnico y Diego Armando Maradona, Ramón Díaz, Juan Barbas, Osvaldo Escudero y Abelardo Carabelli, entre otros, deslumbraba a un país entero y se consagraba campeona del mundo en Japón, tras vencer a la Unión Soviética por 3 a 1 en la final, en Río Gallegos, Santa Cruz, nacía un sueño: que Maradona pisara la ciudad antes de su inminente salto hacia el viejo continente.

 

Aunque Diego ya había demostrado un nivel superlativo en todos los espacios y venía de ser goleador de tres torneos consecutivos para Argentinos Juniors, el mundial fue un condimento especial.

La terna arbitral, un integrante de la banda del ejercito, y Diego Maradona. FOTO: ARCHIVO LA OPINIÓN AUSTRAL.

 

Esa fue la idea -y en gran parte exigencia- que se le puso en la cabeza a Emilio “Pichón” Guatti (histórico dirigente de Río Gallegos), que en ese entonces era el presidente de la Liga de Fútbol Sur de Santa Cruz.


“¿Cómo hacemos para traer a Maradona?”, preguntaba Guatti en una reunión a la que asistieron diversas personas vinculadas al deporte.

 

 

Al mandatario de la Liga Sur se le ocurrió dialogar con Julio Gamboa, reconocido personaje de la ciudad, que tenía nexos con Argentinos Juniors. Gamboa fue un actor incisivo en la historia, pero silencioso.

 

La terna y los equipos aplauden antes de que comience el encuentro. FOTO: ARCHIVO LA OPINIÓN AUSTRAL

 

A través de él lograron llegar a la institución. Y lo que en un principio parecía realmente una utopía, con los días fue tomando forma.

 

“Llegamos a un acuerdo y se firmó un contrato. Pusimos la base de que queríamos ver a Argentinos Juniors, pero con la presencia de Maradona”, explicó Guatti a La Opinión Austral.

 

Javier Aguila, que en aquella época era jugador de Bancruz, viajó el 25 de enero de luna de miel, junto a su esposa, a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y fue el encargado de llevar (dentro de un sobre bien cuidado) el contrato que definía todos los detalles. “Lo entregué en una dirección que estaba escrita”, recordó Aguilar a La Opinión Austral.

El plantel completo de la Selección de Río Gallegos. FOTO: ARCHIVO LA OPINIÓN AUSTRAL

 

Cuando llegó a las manos de los dirigentes del Bicho, lo firmó Próspero Consoli, el presidente de Argentinos Juniors entre 1977 y 1981. Tenía todas las pretensiones. Las principales eran 30 pasajes vía aérea, ida y vuelta, y viajar con un árbitro de la primera división del fútbol argentino.

 

Había dos métodos de pago. El primero se realizó en ese momento y el segundo era horas antes de que se disputara el encuentro.

 

Como estaba por empezar el Torneo Metropolitano (arrancó el 10 de febrero), se acordó que el partido amistoso ante la Selección de Río Gallegos se disputara el 13 de febrero -que caía miércoles-.

 

Me llamaban de Buenos Aires y me decían que no venía Diego

 

El primer acuerdo fue un motivo de festejo entre los dirigentes. Estaba casi confirmado: Maradona iba a jugar en la localidad. Pero la semana previa fue realmente turbulenta.
La televisión ya había llegado a Río Gallegos. Sin embargo, la radio tenía un rol incisivo en la época y sonaba durante mañana, tarde y noche en todos los lugares.

 

Guatti tenía -y tiene- una reconocida farmacia. Allí se escuchaba La Oral Deportiva en Radio Rivadavia, con José María Muñoz (relator y periodista) a la cabeza, que era el programa deportivo de moda y que marcaba la agenda.

 

La voz de Muñoz salía por los numerosos parlantes. Y lo acompañaba el periodista Horacio García Blanco.

 

García Blanco llamaba con frecuencia a Guatti. “Me decía: Mire que Maradona no puede ir. Está acá el doctor (Raúl) Madero y dice que tiene la rodilla mal. Yo le dije que por favor, si no viene él, que no me gasten los pasajes.

 

En todo caso lo postergamos para otra oportunidad. Al otro día llamo a otro dirigente y me comenta que viaja, pero que no iba a jugar. Le dije que si viaja, pero no juega, es como que venga un cantor y cuando llega la hora, pongas un disco. Bajo ningún punto de vista acepté esa tesitura”, explicó el entonces presidente de la Liga de Fútbol Sur.

 

Mientras en la intimidad se sembraba la duda, el partido amistoso entre Argentinos Juniors y la Selección de Río Gallegos se anunciaba por las radios y por La Opinión Austral. La voz corría vertiginosamente.

 

Desde el interior de Santa Cruz ya se habían enterado, lógicamente, del encuentro. Y también desde el sur de Chile. En la previa se hablaba de que iban a asistir más de 12 mil personas (Río Gallegos tenía 43.479 habitantes, según el censo realizado en 1980).

Eduardo Añón, Diego Armando Maradona y Oscar Mazzoni. FOTO: ARCHIVO LA OPINIÓN AUSTRAL.

 

El Ejército Argentino había montado tribunas desarmables en el sector que da hacia el río del estadio Aníbal Rey Méndez de Ferrocarril YCF, ubicado en la costanera de la ciudad.

 

En la tribuna montada entraban miles de personas. El estadio había sido acondicionado perfectamente para el encuentro. La cancha era de tierra -y piedra-. Y Vialidad Provincial pasó la máquina y la dejó pareja para la ocasión. Estaba todo listo.

 

Pero aún no estaba confirmado si Diego Maradona iba a viajar y, por ende, jugar. Las palabras de Guatti habían sido claras: si el diez no llegaba, que no viajara nadie.

 

Finalmente, llegó el día. Argentinos Juniors había vencido por 3 a 2 a Independiente de Avellaneda en la primera fecha del Metropolitano de 1980. Sólo dos días después, 30 personas -jugadores, cuerpo técnico, dirigentes y también Héctor Del Bello, el árbitro de la primera división- partieron desde Aeroparque hacia Río Gallegos.

 

Las personas se acumulaban en el Aeropuerto Internacional Piloto Civil Norberto Fernández para esperar la llegada del plantel. Entre la multitud, con una inmensa preocupación, estaba Guatti.

 

La delegación del Bicho comenzó a desfilar por el largo pasillo del interior del aeropuerto. Pasaban de a uno. Pero faltaba Maradona. Los dirigentes de la Liga de Fútbol Sur sudaban y no lo podían creer.

 

Sin embargo, último, apareció Diego, con una campera Adidas ajustada y un jeans ancho en la caída, junto a Jorge Cyterszpiler, su primer representante. La incertidumbre se transformó en alegría. El primer paso se había concretado. Maradona estaba en Río Gallegos.

 

Los integrantes de Argentinos Juniors se trasladaron hacia el hotel Santa Cruz, ubicado en la esquina de la avenida Presidente Néstor Kirchner -Julio Argentino Roca en ese momento- y la calle Comodoro Rivadavia.

 

Luego del almuerzo del plantel, los rumores de que Maradona no jugaba se incrementaban. “Parece que anda con mucho dolor estomacal”, decían desde la intimidad del equipo. Emilio Guatti, Gumercindo Pacheco -vicepresidente de la Liga de Fútbol Sur-, Carlos Gehl -secretario- y Luis Vargas -tesorero- se acercaron al hotel.

 

“¿Sabés qué pueden hacer? Darle una pelota de fútbol. El fútbol es su pasión”, aconsejó un dirigente. Maradona bajaba por las escaleras del hotel y vio la pelota: rápidamente se conectaron. En el medio de la confitería, entre las mesas, repletas de platos, tasas, copas, vasos, cubiertos y botellas, Diego la levantó y comenzó a dominar. Los ojos de los presentes se agigantaron rápidamente y las miradas no se despegaban de esa escena inolvidable para los presentes en Río Gallegos.

 

Aún faltaba que la Liga Sur abonara la otra mitad, que, según el acuerdo, se pagaba antes del inicio del encuentro. La dirigencia de Argentinos Juniors lo pidió. Guatti miró a Vargas y le dijo: “Págueles, págueles”.

 

“No sabíamos si era verdad o no que no quería jugar. Él es muy especial. Lo cierto es que empezó a dominar de zapatillas y quedamos sorprendidos”, aseguró Gehl a La Opinión Austral.

El día más anhelado

 

La tarde del miércoles 13 de febrero de 1980 estaba nublada y algo fresca. Había llovido por la mañana y el mediodía. No había viento. El campo de juego estaba ideal: húmedo y parejo. El estadio Aníbal Rey Méndez se encontraba repleto. Habían vendido 12.500 entradas en total. Diversas personas de localidades cercanas a Río Gallegos viajaron sólo para ver el encuentro.

 

 

“Parecía una cancha de Buenos Aires realmente. Fue un récord en cuanto a presencia. Y eso que estamos hablando de un partido que se jugó hace 40 años. Había mucho entusiasmo por la llegada de Maradona”, agregó Guatti.

 

La delegación de Argentinos Juniors llegó al estadio desde el hotel. En la otra vereda, en la Selección de Río Gallegos había una gran expectativa. La Liga Sur atravesaba uno de los mejores momentos de su historia. Tenía mucha competitividad interna y hasta había dos categorías (hoy hay sólo cinco equipos en toda la Primera división).

 

Había llegado la hora. La banda del Ejército Argentino le ponía ritmo a la antesala del encuentro. Diego Maradona, con la 10 en la espalda, la cinta de capitán, un collar de oro, unos botines puma con tierra que cubría la parte de adelante y una melena que le daba algunos centímetros más de altura, saltó a la cancha. El estadio se caía.

 

Argentinos Juniors formó con Mario Alles; Abelardo Carabelli, Rubén Pagnanini, Néstor DAngelo, Adrián Domenech; Rubén Ríos, Daniel García, Diego Maradona; Héctor Arrieta, André y Hugo Saggioratto. El entrenador era Hugo Spadaro.

 

 

Y la Selección de Río Gallegos salió con Valerio Martínez; Jorge Cáceres, Marcos Aguilar, “Borellio” Maldonado, Aníbal Becerra; Abel Burgos, “Pipi” Calderón, Jorge Nicolai; Javier Águila, Eduardo Añón y Ángel “Lobo” Pereyra. El técnico fue Mario Rodríguez. Del Bello, acompañado por los líneas Gerez y Escudero, le dio comienzo al partido.

 

 

Sólo habían pasado unos minutos del inicio y el mítico “Lobo” Pereyra estampó el 1 a 0 para el conjunto local. Y rápidamente, luego de una formidable jugada, el goleador Añón puso el 2 a 0.

 

“El árbitro cobraba tiros libres cerca del área para que le pegara Maradona”, recordó Añón a La Opinión Austral. Maradona, con una pegada que parecía calcada, hizo dos goles de tiro libre, por arriba de la barrera, y uno de penal. El primer tiempo concluyó 3 a 2 a favor del Bicho.

 

La primera mitad fue pareja. La pierna fuerte y el orden táctico fueron claves para el local. Aunque, recuerdan, se notaba la jerarquía de Argentinos Juniors, la Selección de Río Gallegos había estado a la altura.

 

“Me acuerdo -dijo Néstor “Pato” Estévez, que ingresó y jugó gran parte del encuentro- que nos dijeron que bajemos la pierna en el entretiempo. Después en una jugada, Maradona me tiró la pelota por encima de rabona y asistió a Rubén Favret. Fue impresionante. Algo que puedo decir con orgullo es que luego le pude quitar la pelota. Fue un día increíble”.

 

Maradona me pasó la pelota por arriba de rabona

 

La segunda parte ya no transcurrió igual. El despliegue físico, las limitaciones de roce y diferencia de categoría se hicieron sentir. Vidal, que había entrado para el Bicho, puso el 4 a 2. Pereyra descontó nuevamente. Pero Ríos, Maradona de penal y André pusieron el 7 a 3 definitivo.

 

Diego Maradona jugó los noventa minutos del encuentro. Recuerdan que no quiso salir

 

Hubo magníficas actuaciones de ambos lados, pero Maradona se llevó todos los flashes. Jugadores, cuerpo técnico y dirigentes hacían fila para tener una foto con el entonces mejor jugador del fútbol argentino. La gente lo ovacionaba.

 

“Fue hermoso compartir una cancha con Maradona. No sé cómo explicarlo. Había tanta admiración con Diego. Tenerlo ahí. Sólo lo miraba. ¡Hacía unos enganches! Y nos quedó la sensación de que no estábamos tan lejos si entrenábamos”, concluyó Añón, emocionado.

 

Luego se realizó una cena en el Automóvil Club de Río Gallegos, ubicado en la avenida San Martín. Diego llegó cuando estaban todos sentados y por comer, junto a Cyterszpiler. Y después pasó por Luis XV, un pequeño bar de la calle España, de Estévez, a tomar algún que otro un trago.

 

 

Por la madrugada, el avión partió hacia Buenos Aires con las 30 personas que habían llegado a Río Gallegos para el amistoso. Y Maradona se fue y no volvió a pisar una cancha en Santa Cruz. Luego llegarían Boca, Barcelona, Napoli, Sevilla y Newells. El mundial de 1986 y los logros con Napoli.

 

Pero aquel joven de 19 años, hace 40, pisó Río Gallegos. Y las casi 13 mil personas que estuvieron presentes no lo olvidarán nunca más y les quedará grabado que Maradona, que hoy cumple 60 años, deslumbró a todos con su maravillosa zurda en la cancha de tierra de Ferrocarril YCF.

Leé más notas de Luciano Padín