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Dos hechos en la última semana marcaron la escena política y el lugar en que se ha puesto el gobierno de Javier Milei. Uno que generó un repudio multitudinario y otro que provocó un terremoto interno en el oficialismo.
Vayamos por parte. Este sábado una multitud marchó en rechazo a los dichos y acusaciones del presidente Milei en el encuentro de Davos. Sus palabras contra el feminismo, la diversidad sexual, las minorías y su anuncio de terminar con la figura de femicidio generó una multitudinaria marcha de repudio, a la que se sumaron partidos políticos, sindicatos y organizaciones de las más diversas.
El gobierno intentó desactivar la marcha y aclarar que Milei fue malinterpretado, que no dijo lo que dijo. No sirvió, es más, sus aclaraciones agravaron el panorama y sumaron más agredidos.
Para mostrar una visión contraria a la que el gobierno y periodistas amigos intentaron ofrecer de esta movilización, ofrecerá una experiencia personal.
Yo fui a la marcha del sábado. Lo hice junto a mi esposa. Mis hijos marcharon en otro lugar del país porque están de vacaciones. Es decir, marchó una familia.
Marchamos porque escuchamos a Milei y entendimos lo que dijo Milei. No porque nos dieron una versión distinta, porque nos llegó una visión distorsionada. Lo escuchamos y lo leímos.
“El Presidente puso un ejemplo de abuso infantil de una pareja de homosexuales, no dijo que todos son pedófilos”, explicaron los oficialistas. Fácil de retrucar. Uno elige que ejemplo dar y sobre qué base establece una posición. Si un presidente para hablar de la Iglesia Católica se basa en ejemplos de sacerdotes pedófilos y eso le ocupa gran parte de su discurso, está clara su crítica a la Iglesia, porque el catolicismo es muchísimo más que unos casos de sacerdotes abusadores. Uno elige el árbol para describir un bosque.
“La marcha es política”, acusaron. Obvio. Tan obvio que da pudor explicarlo. Todo reclamo, marcha, respuesta social, es política. Política no hace una sociedad solo cada dos años cuando vota. Toda actitud es política. Como es una posición política no haber marchado este sábado y quedarse en su casa.
“Fue una marcha opositora”, agregaron. Tan obvio como lo anterior. Se marchó en oposición a lo que dijo el Presidente. Fue una movilización opositora a su política sobre las minorías. Claro. Aunque, cabe aclarar, también marcharon algunos que votaron a Milei en 2023, como ocurrió en las otras multitudinarias marchas en favor de la educación pública y gratuita.
“Marcharon junto a La Cámpora y la izquierda”, sentenciaron. ¿Y? Patricia Bullrich y muchos votantes de Milei marcharon en su momento reclamando justicia por la muerte del fiscal Alberto Nisman, y lo hicieron junto a Sergio Massa y Alberto Fernández, entre otros. Durante las marchas de la Mesa de Enlace contra “la 125” en el 2008, el PRO y la UCR marchó junto a agrupaciones trotskistas. Banderas con el rostro del Che se vieron junto a las amarillas. Uno se moviliza por lo que cree, no por quién tiene una cuadra más adelante.
“No somos homofóbicos, cada uno tiene la libertad de hacer lo que quiera en su casa”, señaló Guillermo Francos. Una aclaración que oscurece el panorama. El Jefe de Gabinete dejó en claro que la homosexualidad es algo de “puertas adentro”, como consumir cocaína, por ejemplo. ¿Ser gay es una adicción? ¿Ya está mal que una pareja del mismo sexo camine de la mano por la calle?
Fuera de cámara, algunos oficialistas reconocen que el discurso de Milei en Davos fue un error. “Creo un conflicto donde no lo había y reagrupó fuerzas opositoras que estaban dispersas. Fue un error no forzado”, señalan. Hablan de error, no de fanatismo en la mirada presidencial. En cómo se desarrollará el intento por sacar la figura de femicidio se verá si solo fue un error no forzado o una actitud fanática.
El otro hecho que tuvo gran repercusión en la política doméstica fue la expulsión de Ramiro Marra de La Libertad Avanza. “Me enteré de mi expulsión por un chat”, dijo Marra, en un mensaje en el que reiteró su apoyo incondicional a Milei y que terminó con un tajante “viva la libertad, carajo”.
Marra fue -¿es?- una persona muy cercana a Milei, uno de los fundadores de LLA y un defensor a ultranza del Presidente en todos los espacios donde pudo hablar. Pero desde hace meses lo vienen separando de las decisiones, lo fueron alejando, quitando lugares de importancia. Hasta que llegó la lisa y llana expulsión.
A nadie escapa que todo nace en sus desencuentros con Karina Milei. Pelearse con la hermana del Presidente significa ser expulsado de las cercanías del poder. Marra lo vive con tristeza, pero prefiere guardarse las acusaciones.
Esta expulsión ocasionó un terremoto en LLA. Intentan no hacerlo visible, pero el temor crece en las filas del oficialismo. Uno de los dirigentes, poderoso, que está inquieto es Santiago Caputo. Esa inquietud se la genera el avance de Karina Milei en el gobierno y el armado partidario. Caputo conoció a Milei gracias a Marra. Los libertarios entienden que Karina quiso dar un mensaje de disciplinamiento para todo el gobierno y su partido.
Estas situaciones no hacen más que generar ruido en medio de triunfos económicos -la inflación sigue “domada”-, y de algunos nubarrones como la demora en el acuerdo con el Fondo Monetario y la falta de dólares. Los exportadores siguen con dudas sobre la liquidación pese a la baja en las retenciones. Y esos dólares son muy esperados por el gobierno. Los necesita con urgencia.
Ruidos innecesarios dicen algunos. Para otros, son necesarios para reforzar el poder de Javier Milei. ¿Quién tendrá razón?
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