Podría decirse que el de langostino no es un negocio como para aburrirse. Cada año, antes de arrancar la zafra, cuando empiezan las negociaciones y cada jugador orejea las cartas, como en una partida de póker, las aguas vienen turbulentas, a veces más, otras menos, pero casi nunca mansas.

Este año es de gran incertidumbre, “de transición” dicen otros, por varios motivos, entre los que resaltan los costos internos, una demanda internacional planchada o expectante que no tracciona y, por ahora, una biología marina que trae langostino que está en la categoría L2 (recordemos que L1 es la categoría que más demanda Oriente). A esto hay que sumarle el crecimiento de la oferta de langostino de cultivo, más barato y de otra calidad, que nuestro producto salvaje premium.

En los primeros días de junio comenzó la zafra 2023 y se extendería hasta fin de septiembre u octubre, dependiendo de los volúmenes de capturas y la incidencia de las especies acompañantes que puedan influir en la decisión de la autoridad de aplicación para definir el cierre de la temporada. Se evalúa si la operatoria afecta la sustentabilidad al propio recurso o a otras especies acompañantes que interactúan con el langostino.

La zafra se inició en junio y puede extenderse hasta fines de septiembre y/o mediados de octubre.

La zafra empezó con altibajos, no se terminan de consolidar las zonas de trabajo y el recurso está bastante errático, algo que, si bien es normal para esta época del año, no deja de ser una preocupación porque la extensión de las mareas en el tiempo tiende a incrementar nuestros costos”, disparó, como puntapié, Esteban Egizi, presidente de Nedar SA, empresa de capitales españoles.

El panorama no es muy alentador porque asistimos a un escenario de precios bajos y poca demanda en los mercados típicos. Entendemos también que esto es dinámico y que en cualquier momento el mercado puede virar y regresar a los promedios de consumo de otros años”.

Juan Pablo Basavilbaso, director del Grupo Iberconsa, (es Iberconsa de Argentina en Chubut; Pesquera Santa Cruz en Puerto Deseado; y Grupo Giorno en Mar del Plata) coincidió en que la zafra había arrancado “errática” y “con tallas un poco inferiores a las de otros años”. “El año pasado había más langostino L1 y en este todavía tenemos más L2, aunque se supone que a medida que vayamos avanzando, iremos encontrando langostino de mayor tamaño”, contó a Santa Cruz Produce.

Basavilbaso estima (aunque todavía es prematuro) que el langostino congelado a bordo va a rondar las 90.000 a 100.000 toneladas este año para cerrar un total (sumando el langostino fresco que se procesa en plantas en tierra) cercano a las 200.000 toneladas. Algo con lo que coincide Egizi. Podrían alcanzarse volúmenes similares a 2022 en torno a las 180.000 a 200.000 toneladas. Pero, advierte que “es muy difícil hoy hacer estimaciones de volumen porque cada vez que lo intentamos fracasamos estrepitosamente, porque la biología no sabe de estadísticas ni la especie responde a ponderaciones algebraicas”.

En cuanto al precio y la demanda, Egizi contó que siguen las complicaciones que ya vienen de hace un tiempo, con “poco interés de momento y precios a la baja en un mercado extremadamente especulativo, que evidencia síntomas de cambio de consumo y forma de comercialización de este producto”.

La temporada “arrancó con la demanda un poco frenada, quizás porque el año pasado el precio comenzó siendo alto y después bajó y al comprador, que tomó nota de eso, no le gusta pagar más caro lo que dentro de un tiempo puede pagar menos“, ejemplificó Basavilbaso.

Punto de equilibrio

En este contexto, la consulta es dónde estaba el punto de equilibrio. “El precio de equilibrio siempre va a depender del volumen y el tiempo en el cual se contabiliza el stock, es decir, nuestro costo está absolutamente condicionado por lo que se rinde de cada marea que compone la zafra, pero claramente no debería, en ninguna circunstancia, ser inferior a los 6 o 6,5 dólares FOB para el L2, algo que no sé si lo vamos a lograr este año”, apuntó Egizi.

Basavilbaso coincidió en que el valor de equilibrio depende de muchos factores como tipo de flota y barcos, dónde opere, etc., “termina cerca de 6 dólares de costo, más que otros años, vos pensá que en 2020 hubo un párate porque estábamos vendiendo por debajo de los costos y en ese momento el costo era de 5,40 dólares FOB” y esa suba “es algo que preocupa”, indicó.

Se espera que, en volúmen, la zafra termine igual que en 2022: en 200 mil toneladas.

Vale recordar que la actividad pesquera está beneficiada con el llamado “dólar agroexportador” con un valor diferencial para la divisa. Pero, la multiplicación no es directa. “Como tenemos gran parte de las tripulaciones dolarizadas, los gremios automáticamente pidieron cobrar a dólar exportador, por ende, el efecto dólar de 300 pesos casi no lo vamos a ver reflejado porque se lo van a llevar las tripulaciones”, contó Basavilbaso. Y cerró: “Las tripulaciones desde el día que empiezan a pescar, ya están cobrando el dólar a 300 y nosotros todavía estamos cobrando alguna exportación anterior con dólar viejo”.

Tras el freno “pandémico” (sin restaurantes ni hotelería que demande el producto) hubo un repunte post-pandemia, pero en 2022 se produjo una baja del 8,4% en sus exportaciones, debido a la combinación de caída en los precios y la merma de la demanda en los principales mercados internacionales.

Las exportaciones de langostino representan hoy para la Argentina unos USD 1.000 millones al año. Entre 2013 y 2022 las exportaciones de langostino sumaron cerca de USD 10.000 millones acumulados, con un año rutilante como 2018 en el que explicaron más del 60% del total de las ventas externas del sector, cuando el langostino aportó USD 1.300 millones sobre los USD 2.155 millones exportados por todo el sector pesquero.

Preocupaciones

Las empresas esperan que “se pueda estabilizar el mercado, que desde el año pasado viene desequilibrado”, compartió Basavilbaso. Y agregó: “Estamos hablando de un producto que para los consumidores es de lujo y compite con un sustituto que, para nosotros, no tiene nada que ver con el nuestro: el langostino de cultivo que es de inferior calidad. No estamos ajenos a eso, pero es cierto que hay mucha diferencia de precio y un mundo que viene de pandemia, inflación, guerra y quiere comer langostino, a veces termina optando por el de cultivo, aunque el nuestro, el salvaje, es muy superior en carne y sabor”.

El langostino “de cultivo”, por su bajo precio, se ha transformado en un competidor.

Sin embargo a Egizi lo que más le preocupa es el precio y la demanda. “El mercado del langostino a nivel global está en pleno cambio y ya no es lo que solía ser, algunos años atrás era habitual que la producción de un buque estuviera vendida y a buen precio, incluso antes que este la descargara, lejos de lo que sucede hoy”, contó. A la luz de esta situación surgen otros temas intrínsecos propios de la actividad que no han sido resueltos. “Una situación difícil en un sector que está condicionado por el incremento desmedido de costos en mano de obra, combustible, material de empaque, además de las dificultades logísticas para exportar, problemas para afrontar compromisos fiscales y otras situaciones que afectan negativamente las capacidades de las empresas y su rentabilidad”, apuntó.

Por todo, el empresario calificó que la actividad está en un momento “de transición”, con deseos de profundizar los cambios iniciados hace 6-7 años, con grandes inversiones, pero con muchas dudas e incertidumbre por la coyuntura local y mundial. “Deberemos afrontar, más temprano que tarde, estos desafíos para lograr posicionar nuevamente nuestro producto salvaje y natural entre los más demandados y deseados del mercado de pescados y mariscos a nivel mundial”.

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