Your browser doesn’t support HTML5 audio
El viaje de Magdalena Zurita comenzó tras graduarse como becaria de Rotary Pro Paz en la International Christian University de Tokio. Impulsada por el deseo de aplicar sus aprendizajes en construcción de paz, decidió caminar los 1.700 kilómetros de la Via Francigena, un antiguo itinerario de peregrinación que parte del paso de San Bernardo y culmina en la Ciudad Eterna. “A veces caminaba sola, contemplando mis virtudes y defectos”, recuerda, y confiesa que en cada etapa “fue puro llanto y emoción” al encontrarse con paisajes y comunidades de fe.
Durante el recorrido, Magdalena durmió en abadías y hospedajes rurales, sellando su pasaporte de peregrina en cada etapa. “En ese momento sentí que estaba construyendo mi próximo camino: uniendo mi sueño de paz con cada paso”, explica. Al llegar a Roma, vivió el momento cumbre: asistió a una misa privada en Santa Marta y conoció al Papa Francisco. “Su presencia irradia una energía hermosísima; para mí fue algo muy, muy bello, porque trabajé en los barrios populares de la 31 con el padre Willy y el padre Guille”, confiesa Magdalena.

En el marco de la repercusión mundial por la muerte del Papa, Magdalena publicó en sus redes sociales un mensaje lleno de gratitud y compromiso:
“Se nos fue el Papa de los pobres, un hombre sencillo y humilde, pero con una gran fuerza y convicción en su lucha por el cuidado de los más excluidos, incluyendo a nuestra Madre Tierra. Un verdadero ejemplo del mensaje de Cristo en nuestro mundo. El Papa constructor de puentes y destructor de muros. Un honor haber podido conocerte en persona, Francisco, gracias a la bendición y regalo del Padre Guillermo Pablo Torre, un gran maestro en mi vida. Gracias por tanta sabiduría y por hacer carne el mensaje de Jesús en nuestros días. Hoy, más que nunca, te honramos siguiendo tu legado. Que en paz descanses. Con amor, Magda.”
Impulsada por esa vivencia, Magdalena fundó el proyecto Suyai – Esperanza, que conecta iniciativas humanitarias y ambientales en Argentina, Perú e Italia. “Hagan lío, revolucionen todo, no se queden en su zona de confort”, anima a quienes desean honrar la memoria del Papa. “Gracias a mi bello pueblo de Cañadón Seco, que me dio tantos valores; siempre estaré orgullosa de mis raíces patagónicas”, dice con orgullo.
Un viaje con propósito
Todo comenzó en 2018, luego de culminar sus estudios de posgrado como becaria de Rotary International en la Universidad Cristiana Internacional de Tokio, Japón. Lejos de regresar de inmediato a casa, Magdalena eligió otro rumbo: inspirada por su búsqueda espiritual, decidió recorrer la Vía Francígena, una antigua ruta de peregrinación que une Canterbury (Inglaterra) con Roma, cruzando los paisajes de la Toscana italiana.
“Sentí que tenía que caminar. Había tanto por reflexionar, tanto por integrar de lo aprendido. Y la palabra ‘Toscana’ simplemente apareció en mi mente”, relató.
Cargada con una mochila de apenas siete kilos, atravesó montañas, bosques y pueblos medievales, avanzando entre 18 y 34 kilómetros por día. Durmió en abadías y parroquias, compartió comidas con peregrinos de todo el mundo y, sobre todo, se reencontró consigo misma. “Cada paso fue una oración”, recuerda.
El día en que lo conoció
Cuando finalmente llegó a Roma, la esperaba una sorpresa. Gracias a un amigo sacerdote de la Villa 31 de Buenos Aires, Guillermo Pablo Torre, con quien había colaborado en proyectos sociales, recibió la invitación para participar de una misa privada en la residencia Santa Marta, donde vivía el Papa.
Allí, frente a frente con el Santo Padre, Magdalena no pudo contener las lágrimas. “Era pura emoción. Irradiaba una paz difícil de describir. Para mí fue como estar ante un maestro, un guía del alma”.

La imagen de ese encuentro, capturada por los fotógrafos del Vaticano, se volvió hoy una postal de despedida. “Me miró con ternura, como si ya supiera todo. No necesitábamos palabras”.
El legado de Francisco, desde Santa Cruz al mundo
Tras su experiencia con el Papa, Magdalena comenzó a dar forma a un nuevo sueño: fundar “Suyai” —palabra mapuche que significa “esperanza”—, una organización dedicada a acelerar proyectos de paz mediante alianzas estratégicas entre personas e instituciones comprometidas con las personas y la naturaleza. Hoy, Suyai está en construcción, pero avanza con el mismo espíritu que la impulsó a peregrinar.
“Francisco me enseñó que el cambio empieza en el metro cuadrado que habitamos. Que la ternura, la humildad y la solidaridad son fuerzas transformadoras. Y que no debemos tener miedo de hacer lío, de mover estructuras, de tender la mano”, expresó en una entrevista con Canal 2 de Caleta Olivia.
Un mensaje que trasciende la muerte
En diálogo con Canal 2 de Caleta Olivia, la joven santacruceña compartió su sentir ante la partida del Papa. “No es un día solo de tristeza, es un día para honrarlo y nada mejor que seguir su legado: predicar sus valores de humildad, ternura y la convicción de luchar por un mundo más justo.”
Sobre sus últimas palabras públicas en la misa de Pascua, Magdalena reflexionó: “Dio hasta su último aliento trabajando por los más pobres, los migrantes, los olvidados. Su fuerza, incluso en la fragilidad, fue un ejemplo de entrega total”.
Desde su pueblo natal hasta las oficinas de la ONU, donde también trabajó, Magdalena lleva el mensaje de paz de Francisco por el mundo. Hoy, en honor a su memoria, renueva su compromiso: “Podemos hacer pequeñas cositas, desde el vínculo con con la gente que nos rodea, desde simplemente ser tiernos con las personas que nos rodean, con los animales, con el cuidar el planeta como él tanto lo hizo, cuidar la madre tierra y sobre todo tener en cuenta aquellos que más sufren, a los más excluidos, hablamos siempre que hay gente que está sufriendo en nuestras propias familias, o en nuestros propios barrios. Entonces, quizás como decía Francisco, tenemos que ir a la periferia, salir un poco de de ese lugar tan cómodo que estamos y me lo digo a mí misma, eh, porque todos de algún modo a veces nos quedamos ahí en nuestra zona de confort”.
Una voz que inspira
“Todos somos importantes, todos podemos cambiar algo desde donde estamos. No hace falta un título ni un cargo para hacer el bien”, concluyó con la misma convicción con la que, un día, decidió caminar miles de kilómetros con la esperanza de encontrarse con el Papa. Y lo logró.
Leé más notas de La Opinión Austral
Compartir esta noticia
Dejanos tu comentario