“Nací el año que entró Mussolini, el año 22. Nací el 30 del 10 en 1922 en Pescopennataro, Italia”, cuenta Alfonsino Lalli, hijo de Nuncia Mónaco, ama de casa, y Ángelo María Lalli, de profesión albañil especialidad yesero.

Cuando Alfonsino era pequeño, Pescopennataro tenía apenas mil habitantes, hoy su población es aún menor. Allí, completó los estudios primarios ya que para continuar estudiando se debía ir a otra ciudad cercana como Roma. “Qué iba a pensar en estudiar si no había para comer, la cabeza no daba para estudiar”, explica en diálogo con La Opinión Austral.

En 1947, Alfonsino emigró a Buenos Aires, donde se estableció y formó su familia

Tenía apenas 15 años cuando comenzó a trabajar con su padre en el oficio de yesero.

A la guerra

A los 19 años fue convocado al Servicio Militar Italiano y fue alistado, al año siguiente, al Ejército para la Segunda Guerra Mundial.

Alfonso Lalli con el documento en el que lo convocan al Ejército Italiano. Foto: José Silva/La Opinión Austral

Estuve un año prisionero en África, en Argel”, comenta. Tiempo después fue trasladado a la Isla de Creta, Grecia, junto a soldados alemanes bajo la atenta vigilancia del ejército inglés. “Esa isla los ingleses no la ocuparon, la dejaron hasta el último, yo me fui con los alemanes, Italia abandonó la isla. Murió Mussolini, murió todo”, repasa.

Qué iba a pensar en estudiar si no había para comer, la cabeza no daba para estudiar

Cuando el conflicto bélico finalizó, Alfonsino regresó a su hogar en tan malas condiciones que ni su propia madre lo reconoció.

Tiempo después, en 1947 decidiría junto a su hermano Franco, también yesero, emigrar a Argentina.

 Inmigrante

Alfonsino se estableció en Buenos Aires donde conoció a Carmen Catauro, también italiana, con quien se casó y tuvo dos hijas: Ángela y María Gracia.

 

Aníbal, Alfonsino Lalli y su esposa Carmen Catauro. FOTO: GENTILEZA FAMILIA LALLI

 

Luego de un tiempo, junto a su primo “Cucho” compraron un terreno y de a poco cada uno fue construyendo su casa propia para un mejor bienestar.

A los 90 años su compañera de toda la vida falleció y fue allí cuando Ángela junto a su marido Aníbal decidieron que Alfonsino deje Morón para mudarse a Río Gallegos y vivir con ellos.

La pandemia la pasaron en tranquilidad, el virus no entró a la casa del barrio APAP y Alfonsino recibió todas las vacunas. Tiempo atrás tuvo un accidente cerebrovascular y, fuerte como es, atravesó exitosamente la rehabilitación.

Aníbal, su hijo Gustavo y su suegro Alfonsino disfrutando un verano décadas atrás. FOTO: GENTILEZA FAMILIA LALLI

Hoy utiliza un bastón sólo para contar con un apoyo si lo siente necesario, y tiene una dificultad auditiva mínima.

Durante la Segunda Guerra Mundial estuve un año prisionero en Argel

se en el sillón del living que tiene vista preferencial al televisor, al lado hay una mesita con snacks: chizitos, gomitas y agua para “picar” durante las horas que disfruta los partidos de tenis o competencias de ciclismo como el Tour de France. En fútbol argentino, tiene simpatía por Boca Juniors y marca “me gustan todos los deportes”. Además, cuando el estado del tiempo acompaña no se priva de salir al patio a regar.

En familia

Hoy, junto a su hija, su yerno y su nieto Sergio, hijo de María Gracia, quien viajó desde Buenos Aires, celebrarán el cumpleaños.

A sus 100 años, Alfonsino utiliza un bastón solo como apoyo. Foto: José Silva/La Opinión Austral.

A horas de cumplir 100 años, Alfonsino afirmó al equipo de La Opinión Austral que, como todos, tiene sus días. “Un día estoy medio medio, un día no me siento bien parece que me voy, otro día estoy bien. No estoy todos los días bien, hace dos tres días estoy bien”, cuenta.
¿Un consejo para los más jóvenes? “Hay que trabajar como trabajé yo de chico”, afirma.

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