Su foto de perfil de Facebook la muestra en cuatro patas sobre la cama, el pecho apoyado sobre el colchón, las manos estrujan las sábanas blancas. La cara mirando fijo a la cámara. A Melisa no le importa lo que opinen de ella y cree que si hablan bien o mal es lo de menos, lo importante es que hablen y sumar seguidores. Pero de eso no sabe nada la persona que captura esa imagen y la escracha por andar ligera de ropa y tener un trabajo en el Estado.

La foto corre por WhatsApp como una mecha encendida. A Melisa nunca le importó menos y al cabo de 24 horas suma 300 seguidores nuevos.

Melisa de la Rosa es trabajadora de la administración pública. Tuvo un paso por la Secretaría de Energía, fue prensa de Casa de Gobierno y hoy es responsable de la Comunicación del Tribunal de Cuentas. Lo que hace por fuera de esas horas de oficina es materia opinable para quienes todavía creen que existe un doble estándar sexual para evaluar cómo debe comportarse un varón y cómo una chica.

Melisa hizo prensa en Casa de Gobierno y ahora en el Tribunal de Cuentas.

A esta mujer, que viene a La Opinión Austral con la boca de un rojo furia como sus uñas largas, el pelo azabache liso que le llega casi a la cintura, menuda, de caderas generosas y aunque lleva zapatillas está claro que tienen bastante plataforma, la siguen más de 35 mil personas en Tik Tok. ¿De qué habla? De lo que la hace libre, el sexo.

El movimiento de mujeres argentino sirvió para poner en agenda la libertad sexual de las mujeres, rompiendo el silencio que operaba sobre los abusos. #Yotecreo, #meetoo, son expresiones que se replicaron alrededor del mundo a partir del #NiUnaMenos, pero eso no es todo, la lucha no sólo es por el consentimiento, sino también por el deseo y el disfrute.

Arranqué haciendo bailes, videos graciosos, pero después gracias a mi profesión empecé ofrecer información, respondiendo dudas sobre los sugar daddys, y la gente se copó, porque tuve varios tratos con canadienses-, dice sobre los hombres que pusieron a disposición su billetera para pagar su tiempo y compañía.

No es trabajo sexual -aclara-, son acuerdos de palabra con el otro, el acuerdo con el sugar daddy es mejor que una relación amorosa porque las cosas están sobre la mesa. Tuve uno que era muy exigente, bastante frío y complejo en la parte sexual, pero con los demás fue mejor porque fueron encuentros de un fin de semana-, cuenta.

¿Acá existen los sugar daddys?– le pregunto, pero Melisa suelta una carcajada.

¡Noo! Hablamos de millonarios que tienen dos o tres empresas. Acá no hay, se hacen.

Atleta, campeona de varias disciplinas, entre ellas gimnasia.

Melisa cuenta que no necesariamente el sugar tiene que ser mucho mayor.

Lo que tiene que tener es una billetera mayor a la tuya, siempre lo explico porque la gente tiene un concepto condicionante de la edad. La edad y la sexualidad no nos tienen que condicionar. Hay chicos de 35 que son millonarios y buscan mujeres adultas-, aclara.

En Gallegos no hay sugar daddys, en Buenos Aires sí hay gente de mucha plata. Un sugar daddy es por estatus, si te quiere ver te paga todo y lo que necesites, estás a su disposición, ese es el arreglo.

¿Y tu mejor arreglo cuál fue?

Plata, yo necesitaba plata, la gasté en las necesidades que tenía que cubrir con mi hijo, la obra social no cubría todos los gastos y a mí me convenía el acuerdo de plata, no me interesaban los zapatos Louis Vouitton-, recuerda.

Melisa tiene cinco hijos y el más chico fue diagnosticado con autismo, por eso tampoco sus arreglos con un sugar daddy fueron full time, sino ocasionales y a veces ni siquiera incluyeron sexo.

Hay hombres que están solos, son la mayoría divorciados o solteros, y no tienen tiempo para relaciones. Me tocó uno que está en la industria de la tecnología, que tenía una mansión y quería hablar del cine antiguo, quería charlar. Muchos son sapiosexuales, tipos muy inteligentes que buscan con quien degustar un coñac y hablar de la vida, filosofar. No vas a ir con boludeces, como se me quemó el calefón, ¿me comprás uno?, porque no da-, advierte entre risas.

La primera vez que supe de ella fue hace unos años, cuando en un programa de radio que conducía la sacamos al aire para hablar de juguetes sexuales en el Día de los Enamorados. Entonces vendía esos productos y el desparpajo con el que manejaba dildos y lubricantes hizo que todos los que estaban en el estudio esa mañana me abandonaran para dejar caer sus carcajadas del otro lado del cristal. Melisa salió del aire de la forma más prolija que pude, apenas con un hilo de voz le agradecí y fuimos a un corte.

Que me escrachen lo veo como algo bueno porque me suma seguidores

La risa es una forma de rescatarnos de una situación que nos genera amenaza. El sexo, sacarlo a la vista de todos, es una forma de quedar expuestos, vulnerables ante la posibilidad de que lo que se diga salga de lo que se supone “normal”.

Melisa dice que durante mucho tiempo se sintió atrapada en un cuerpo que no representaba sus deseos y que la venta de productos eróticos le abrió la cabeza.

Antes de eso estaba limitada. Fueron 15 años de pareja. Decidí separarme y a la otra persona lo tomó como una venganza de novela mexicana. Él me ayudo a ser la mujer que soy hoy y no lo entiende, es una lástima para mí porque tenemos hijos y compartimos muchos años juntos-, dice mientras se incorpora en el sillón de cuero y mete las manos adentro de las roturas del jean que dejan ver sus rodillas.

Con eso conocí mucha gente. Se me ocurrió y busqué en Internet. Es un negocio que funciona. La gente tiene prejuicios, a las mujeres les cuesta hablar del sexo anal, de un hombre que le gusta que le estimulen la próstata, de cuestiones que son totalmente normales y naturales cuando las hacés con cuidado y el amor que se merecen. Hoy excitamos a todo el mundo porque nos permitimos excitarnos y está bien que eso suceda, pero existen barreras y son los prejuicios-, se queja.

En Río Gallegos no hay sugar daddys, en Buenos Aires sí

Esa dualidad de la que habla pareciera representarse en su nombre para las redes @dryeiquil, tal como suena el personaje de la novela “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, aunque este último ya no existe en el cuerpo de esta “milf”, como se referencia en sus perfiles, aunque apenas tiene 38 años.

En su TikTok la siguen más mujeres que hombres y cree que esto es porque ellas quieren algo de su inhibición.

-Buscan la aceptación, su pronunciación, la búsqueda de paz necesaria para continuar con sus vidas. Muchas se sienten atrapadas por la edad, la etiqueta, si es gorda, flaca, por el estereotipo de belleza.

La riogalleguense es la femme fatal que produce contenido que se paga en dólares, es dueña de un cuerpo voluminoso, pero a la vez marcado por cicatrices. La memoria le dice que su papá llegaba a casa y tomaba religiosamente un café, por lo que una tarde al oírlo abrir la puerta trepó con apenas un año por los cajones del bajo mesadas para servirle una taza y se volcó encima el liquido hirviendo.

Pero además ese cuerpo cubierto ahora por algunos tatuajes la hizo una excelente deportista, ganadora de un torneo nacional de acrotelas, conseguir medallas por su participación en gimnasia artística y atletismo, logrando los primeros y segundos lugares en maratones. Se recibió de taquígrafa parlamentaria con 9,50, hizo cursos de marketing digital y estudió letras. A esta altura, pedir permiso ¿a quién?

Muchas se sienten atrapadas por la edad… por el estereotipo de belleza

¿Qué cómo me veo en el futuro?, más arriba. Que me escrachen lo veo como algo bueno porque voy por más y esto me sumó seguidores. Yo rompo cualquier paradigma en esta ciudad, estoy nadando en agüita caliente, más que feliz. A mí el sexo me permitió escalar a otro nivel-, festeja.

El nivel del que habla es el europeo, porque hace poco Melisa firmó contrato con una empresa el Berlín que se dedica a la venta de su contenido para OnlyFans, el servicio de suscripción de contenido con sede en Londres.

No me interesa el público latinoamericano porque no paga en dólares, lo ofrezco al que lo quiera pagar. Me entra guita por ahí, el contrato que me ofrecieron es muy jugoso y los usuarios buscan diferentes cosas, fetiches, no sólo que uses un consolador, eso es lo más común, otros piden que te pongan miel en los pies y los refriegues. Lo hago desde mi casa con el celular.

Melisa de la Rosa saca al deseo sexual de las mujeres de la sacralización que encorseta los mandatos de doncellas que esperan y aplauden sin voz propia. El suyo es un feminismo vibrante, tal vez no consciente de que lo que le sucede a una entre cuatro paredes también les sucede a todas, es personal y político, es deshacerse de la culpa y el pudor porque gozar, como dice Luciana Peker, es una lucha colectiva.

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