Sería falso decir que en el periodismo los días son monótonos, todo lo contrario. El miércoles por la mañana, con el dato en mano del alta de un paciente, el equipo de Radio LU12 AM680 y La Opinión Austral se dirigió al Hospital Regional para hacer una cobertura periodística y mostrar que se puede sobrevivir a este enemigo invisible.

Apostados por calle 25 de Mayo, aguardaban el momento para lograr la foto y nota con uno de los recuperados de coronavirus que logró el alta.

Es que el equipo de La Opinión Austral fue a cubrir un hecho y el panorama cambió radicalmente en segundos cuando, en la puerta del Hospital y en un instante inesperado, se cruzaron los sentimientos de alegría y de profundo dolor.

En pocos minutos la escena era dramática: el coronavirus mostró su lado más caótico y cruel cuando la vida y la muerte se cruzaron en el mismo lugar.
La profesión periodística brinda diferentes escenarios según el contexto, y las posibilidades de lo imprevisto siempre están.

 

FOTO: JOSÉ SILVA.

Por eso, quienes se desempeñan en los medios saben que cualquier cosa puede ocurrir en cualquier momento. Ya sea desde un móvil radial, una cobertura en imágenes, crónica o al aire televisivo, todo puede dar un giro.

Eran cerca de las doce del mediodía cuando la radio llegó para cubrir la noticia del alta de un hombre de aproximadamente 65 años que había sido internado tras contagiarse de COVID.
La noticia era positiva, los minutos previos eran de alegría y expectativa, entremezclados con ansiedad para quienes lo esperaban afuera del Hospital.

Sin embargo, de pronto se escuchó el llanto desgarrador de personas que se había acercado al lugar para despedir a un pariente que acababa de morir luchando en una cama de Terapia Intensiva.

“Por un lado hay una buena noticia, pero a cinco metros se están llevando el cuerpo de un hombre. Estamos en la explanada de la Guardia del Hospital donde se aguarda la salida de un paciente que dieron de alta, pero cinco metros más atrás recién escuchábamos el llanto desgarrador de una familia que estaba despidiendo a su familiar en el féretro”, relató la movilera con el aire entrecortado.

FOTOS: JOSÉ SILVA

 

Río Gallegos vive uno de sus peores momentos desde la pandemia, con el inusitado brote que comenzó el 14 de julio. Desde entonces, todo fue complicándose rápidamente. Otro contraste que se da es que, mientras este martes se anunció el colapso de la Terapia del Regional, la postal en la costanera sigue reflejando el relajamiento social.

El virus es soledad

A más de dos metros de distancia, la familia del recién fallecido aguardaba la salida. El féretro salió directamente desde la Morgue del Hospital, entró a la ambulancia y fue llevado directo al Cementerio.

Es que el virus, como cuenta el personal sanitario, es soledad pura. Quienes se contagian, por lo general, atraviesan la enfermedad sin visitas y alejados de sus seres queridos.

Días atrás, el equipo de La Opinión Austral recorrió los pasillos del hospital y el panorama desolador en el lugar reflejaba lo que explican todos: “Estás solo”.

La muerte en pandemia es aún peor y las familias no pueden despedirse como, quizás, quisieran. Con una caricia o un beso en la mejilla. Todo se mira y se siente desde lejos, privando el “último adiós” a un familiar, un amigo o un vecino.

Es que el coronavirus, una enfermedad totalmente desconocida para la medicina moderna, implica un alto riesgo de contagio por el contacto y, sin vacuna, la única solución es la prevención.

En este contexto, la situación era desesperante e impactante: “Por un lado, un familiar que espera a su ser querido dado de alta y, por el otro, los que despiden a otro sin siquiera poder hacerlo de la manera que uno quisiera o está acostumbrado en medio de tanto dolor”, relató conmocionada la movilera.

Como una cruel prueba de lo que es capaz la enfermedad, casi instantáneamente ocurrió otro imprevisto, inexplicable en pleno “mar” de emociones: “En este momento, estamos a diez metros de la puerta de la Morgue del hospital y, a unos cinco metros de la otra puerta donde esperábamos el alta del paciente, y están ingresando otro féretro a la Morgue”, agregó al aire en su relato la movilera.

Dolor y soledad: el féretro salía minutos antes de la morgue.

 

El virus dejó al descubierto lo que puede hacer en los infectados; están quienes dan la batalla y logran superarlo, algunos con secuelas severas y otros no, y quienes son vencidos por una enfermedad totalmente nueva.
Es así que, en cuestión de minutos, el desconsuelo, la tristeza y el miedo se entremezclaron con la alegría y el alivio.

La historia buscada

La postal impactante concluyó con el testimonio de quien, hasta hacía unos minutos, iba a ser el protagonista de la noticia.

Finalmente, por la puerta de salida de uno de los largos pasillos del hospital salió Jorge Francisco, el paciente recuperado que ingresaba en la escena para ofrecer algo de esperanza entre tanto dolor.
“Me siento bien. Bastante mejor de lo que entré. Estoy muy conmovido de la atención excelente de todos los profesionales, desde el primero hasta el último, estoy eternamente agradecido”, expresó al móvil Jorge, visiblemente cansado.

Jorge, el paciente recuperado. FOTOS: JOSÉ SILVA

Rodeados de personal hospitalario, familiares y vecinos, la movilera logró describir otro punto del coronavirus: cómo impacta en el cuerpo de los pacientes.
“Se nota que estaba afectado por la enfermedad”, describió, al tiempo que explicó que el paciente recuperado estaba muy convaleciente y delgado.
“Se podía percibir su falta de aire y el color de su piel. Se nota que no la pasó bien, pero por suerte se pudo recuperar”, agregó en el relato.

La reflexión periodística

En cuestión de minutos, el equipo periodístico logró ser testigo de la peor cara de la pandemia y, en pleno caos, lograron describir las sensaciones al presenciar semejante hecho.
Taberne recordó los escenarios de las postales cotidianas en la ciudad: desde la ría local hasta el centro comercial, todo parece mostrar otra imagen y otra realidad, quienes no se anotician del panorama dentro del Hospital y quienes despiden a sus seres queridos en profunda soledad.

La movilera concluyó una jornada atípica en la que reflexionó: “Es terrible porque las palabras que podemos decir o usar para describir esto la verdad es que no alcanzan. Con mi compañero estábamos en la explanada de la Guardia, teníamos a cinco metros la camioneta que esperaba al paciente dado de alta y, cinco metros atrás los féretros que sacan de la Morgue y van directo al Cementerio”.

Recordó que los adultos mayores son quienes más padecen el virus e instó a los vecinos a seguir cuidándose para resguardarlos y evitar más muertes. Para finalizar, reconoció que, en estas instancias vividas, “las palabras no alcanzan”.

 

 

 

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