Sofía mató a Juan Manuel Padrón la noche del 5 de marzo y eso no se discute. Durante las semanas siguientes al crimen, ella fue presentada como una desquiciada que ejercía violencia contra él, e incluso se escucharon testimonios que hablan de que “siempre le pegaba”.

Aunque la jueza de Instrucción Rosana Suarez todavía no resolvió un procesamiento, Sofía fue socialmente condenada. Pero en el expediente, se disputan dos explicaciones posibles: la primera, que Padrón muere porque así ella lo quiso, y la segunda, que la muerte se produjo en un acto de legítima defensa.

En septiembre de 2020, Sofía denunció a su pareja por violencia de género. Fue luego de que su hermana, que vive en el mismo predio, llamara a la policía al escuchar sus gritos de auxilio. Un patrullero llegó y la llevó a la comisaría, donde le sacaron fotos y constataron sus lesiones.

 

Enero 2021. ¿Cómo se hizo esas marcas?

 

Ella siguió con él, como siguen muchas parejas entrampadas en las ruinas circulares de la violencia, que por lo general son cercadas del mundo que las rodea y se hacen expertas en construir excusas para no ver a familiares y amigos.

 

En la investigación fueron aportados los mensajes que la hermana de Sofía intercambió con Padrón: “Voy a llamar a la policía, cuando mi hermana te dice que te vas, te vas!”, “Ya llamé a la policía, te avisé”, y así otros en este tono, siempre después de las cuatro de la madrugada, con respuestas de él asegurando: “Ya está, ya nos amigamos” y cosas por el estilo.

 

Cuando tenía 17, Sofía perdió a su mamá en un accidente de tránsito, y desde entonces fortaleció el vínculo con su tía Susana, a la que dejó de ver cuando conoció a Padrón. A su padre, en cambio, lo veía esporádicamente porque él quería internarla por su consumo problemático de drogas.

 

“Mi hija no es una carmelita descalza”, repite una y otra vez Gustavo, que se culpa por lo que pasó, pero está decidido a demostrar que su hija vivía un calvario.

 

En el verano, Sofía fue a Puerto Madryn con su pareja, pero debió ser rescatada por un amigo, luego de una pelea. Esa noche, el conserje del hotel donde se hospedaban le dio una habitación aparte y al día siguiente ella se escapó con lo puesto, sin celular y 50 pesos en el bolsillo.

 

 

Ahí conoció a una bartender que le prestó algo de dinero y el teléfono para que pidiera a alguien que la busque. “Estoy viva”, posteó sugestivamente a la vuelta de Madryn.
La vi súper golpeada pobrecita. Estaba cortada y tenía huevos en la cabeza. Por suerte se pudo escapar”, contó la chica del bar, que prestó declaración testimonial en la causa.

 

Nada justifica lo que pasó, y aun así hay dos formas de mirar el expediente judicial. Las fotos que circulan con hematomas en los brazos, pómulos inflados y ojos con negrura son las de ella, y son de la época en la que transitaba su relación con la víctima fatal.

 

Pero el caso va más allá de Sofía, porque lo que sucedió sirvió para que, con un dolor legítimo por parte de quienes conocían a Padrón, se intente instalar la idea de que “la violencia no tiene género”, un mensaje peligroso en un país donde hay una muerta por día por haber nacido mujer.

 

Claro, existen mujeres que ejercen violencia contra varones. Pero la regla es otra. Según las estadísticas de la OVD, en Río Gallegos, el 83,4% de las víctimas son mujeres y el 74,21 % de los denunciados tenían un vínculo sentimental con ellas. Por eso, cuando una mujer mata a su pareja, el contexto de violencia de género no puede no investigarse.

 

Su tía contó a LOA que “se está usando la tragedia de lo que pasó con Sofía para justificar la vida de otros. Yo estuve preparada siempre para que me llamaran y me dijeran que ella había aparecido muerta”.

 

Hacía un año que Sofía evitaba verla y cada tanto le mandaba mensajes pidiéndole perdón, diciéndole que la quería. Desde hacía un tiempo, por su consumo problemático, el papá de Sofía había logrado que asistiera a SETRIPCO, donde estaba en tratamiento y le indicaron tres medicamentos para el manejo de la ansiedad.

 

Ahora se sabe que ella había dejado de tomarlos regularmente. Según sus amigas, él le decía que no lo hiciera para poder tomar alcohol.

 

La noche del asesinato estaba en Nautilus, cuando ella pierde el conocimiento. No sabe cómo llegó a su casa, aunque hay testigos que los cruzaron en el camino.

 

No consta en el expediente que ella hubiese estado debajo del cadáver, tal como dijo el parte policial.

 

Juan Manuel Padrón (40).

 

Ni eso ni que la vieran caminando afuera de la casa. Lo que sí consta, es la certificación de los golpes que ella tenía en la cara, cabeza, brazos y piernas. Lo anterior son flashes, una nebulosa cargada de estrés, pastillas, alcohol, drogas y flashes frenéticos en donde siente que la arrastran de los pelos y no puede respirar.

 

Se sabe que la herida mortal fue un cuchillo en la aorta y la defensa cree que el puñal ingresó cuando ella intentó librarse de él cuando la habría tomado por detrás.

 

“Los mismos que dicen que se pudra adentro son los que la pudrieron afuera. El cambio de ella en el último año fue rotundo” dijo Susana, segura de que Sofía no la quiso ver más para preservarla, al igual que a su hijo.

 

Sofía no tiene una intervención de Infancia ni nada vinculado al cuidado de su nene, con el que dejó de convivir cuando comenzó su relación con Padrón.

 

En 2019, Sofía trabajaba en una peluquería. Se levantaba a las 8 am, le daba el desayuno, lo dejaba en el jardín Salesiano y se iba a abrir el negocio, donde merendaban juntos por la tarde.

 

Cuando terminó el secundario, el embarazo le impidió irse a estudiar Administración de Empresas a Buenos Aires, y aunque luego se anotó en la UNPA no logró compatibilizarlo con el ejercicio de la maternidad.

 

Luego estudió peluquería y era buena con lo de las uñas esculpidas que tanto se usan ahora. Es curioso que alguien a quien se pinta como una “viuda negra” tuviese fija la idea de estudiar. Hoy, Sofía tiene paga la carrera de Administración hasta el mes de mayo en la Universidad siglo 21.

 

La familia de Sofía siente que el último año ella estuvo en una suerte de encierro invisible, sometida a la voluntad de un otro que le cortó los vínculos. Pero como en los cuentos donde las migas de pan actúan como guías para una salida del bosque, ella fue dejando rastros de lo que le pasaba.

 

Sus amigas tienen fotos de los golpes que ella les envió y otras fueron subidas y eliminadas de sus redes sociales.

 

Así las cosas, está previsto que mañana la jueza resuelva el procesamiento de Sofía, decisión que podrá darse entendiendo que trató de defenderse de un ataque que creyó mortal, o si acaso se levantó ese día con la idea de matarlo.

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