Se acabó la incertidumbre, y finalmente Joseph Robinette Biden será el presidente número 46 de la historia de los Estados Unidos. A pesar de las denuncias de fraude (sin pruebas) del republicano Donald Trump y de una tensa espera por la enorme cantidad de sufragios por correo, los demócratas se alzan con una clara victoria que pone límites a la política de la desmesura que caracterizó los últimos 4 años en la Casa Blanca. Trump recibió la noticia, jugando al golf.

 

1-Sensatez vs. negacionismo

El pelirrojo magnate neoyorquino Donald Trump no es un líder que se rinda fácil ante la evidencia. Suele imponer un relato mediático en donde la verdad juega un papel poco relevante. Pero superó todos los límites de lo tolerable al menospreciar al coronavirus.

 

El 11 de marzo de este año declaró que el virus no tiene la menor probabilidad contra nosotros. No hay nación sobre la faz de la Tierra más preparada que los Estados Unidos de América para enfrentar esta epidemia. Será una gripe, sólo una gripe.

 

Joe Biden es el candidato más votado de la historia de los USA

Así, para coronar el sinsentido el 24 de abril, fue el día en que recomendó inyectarse desinfectante para combatir el COVID-19: “Veo que el desinfectante lo elimina (al virus) en un minuto. ¡Un minuto! Y ¿existe una forma de que podamos hacer algo parecido, mediante una inyección para limpiar casi todo? Es algo (el virus) que penetra en los pulmones, y podría por eso ser interesante intentarlo”.

 

Seis meses después, más de 10 millones de infectados y 235.000 muertos mediante, a muchos votantes dejó de parecerle un individualista egocéntrico seguro de sí mismo, y al cual se le hacía la vista gorda, para pasar a ser un irresponsable crónico sin la menor admisión de culpa ante la evidencia.

 

Cabe recordar que Donald Trump hizo campaña promoviendo mítines multitudinarios en los cuales muchos asistentes no llevaban barbijo ni guardaban distancia. Por el contrario Biden basó su proselitismo en la modalidad virtual, e impulsó el voto por correo para evitar aglomeraciones. Que más de 70 millones de norteamericanos hayan elegido la vía postal para sufragar habla claramente de que la población consideró más seria la propuesta demócrata.

 

En muchos estados que suelen ser oscilantes, la sensatez de un político de carrera y experimentado como Biden, inclinó la balanza (Michigan, Wisconsin, Pensilvania).
Y castigó duramente el negacionismo trumpista.

 

Donald Trump se convirtió en uno de los pocos presidentes en no lograr la reelección.

 

 

2-El retorno a la centralidad en la política

Biden es un político que tiende al centro, mientras Trump ama recostarse en los extremos.

 

No hay político que no genere antinomias, que no se encuentre a lo largo de su trayectoria con adversarios, y porqué no, enemigos.

 

Pero hacer de ello una manera de construir en política, suele tener a la larga resultados negativos. En 2016 cuando, a pesar de perder claramente en el voto popular, se adjudicó la presidencia mediante el Colegio Electoral, Trump hizo campaña fomentando el odio, el racismo y la misoginia.

 

El estilo de construcción política, que se observó reflejado como si, sobre ellos, se hubiesen posado lentes de aumento, que utilizó el demócrata de 78 años, originario de Scranton, Pensilvania, fue la clave de una victoria que en los primeros momentos pareció verse diluida.

 

Pero el republicano aportó lo suyo. Los inmigrantes ilegales son mayormente delincuentes, violadores y corruptos. También algunos son buenas personas, declaró muy suelto de cuerpo Trump en 2016. Sus peleas con el New York Times, el Washington Post o la CNN son antológicas, empresas periodísticas a las cuales acusó sistemáticamente de propagar fake news, causaron simpatía en el americano medio que habita el interior profundo alejado de las costas progresistas (California y Nueva York).

 

La clase media ya no encontró positivo el estilo confrontativo de Trump

Su guerra verbal a la NBA (se han transformado en una organización política y sus índices de audiencia han bajado), la pelea comercial con China, la controversia con la OMS (Organización Mundial de la Salud), la comprensión y hasta venia a grupos neonazis armados, la indolencia ante la brutalidad policial hacia la población de color, fueron la marca de gestión de la administración Trump a la hora de relacionarse e instrumentar políticas.

 

Lo que en 2016 podía resultar bizarro, desestructurado y atractivo, en 2020 y pandemia y crisis económica mediante, hizo repensar posiciones en un electorado de clase media que ya no encontró positivo un estilo de hacer política basado principalmente en el extremismo y la confrontación. Por oposición, Biden ha edificado los cimientos de su vida política sin ganarse enemigos a diestra y siniestra, sino más bien tendiendo puentes en el arco dirigencial. Es respetado por demócratas y republicanos.

 

Mucho daño a las aspiraciones reeleccionistas hizo la extraña manía de Trump de criticar constantemente al hoy fallecido y respetado por todo el arco político americano exsenador por Arizona durante 31 años, John Mc Cain. Un estado tradicionalmente republicano que luego del conteo final, definitivamente le ha dado la espalda en esta elección y entregó sus 11 votos electorales a Joe Biden.

 

No es un héroe de guerra porque fue capturado”, dijo. “A mí me gustan las personas que no fueron capturadas”. En 1967, McCain cayó como prisionero de guerra en Vietnam y fue torturado repetidamente durante cinco años y medio.

 

 

 

Así quedó el mapa electoral de Estados Unidos después de los resultados. FOTO: CNN

 

 

3-La cantidad de sufragios

Joe Biden ya es el candidato presidencial más votado de la historia de los Estados Unidos de América. Ha sumado más de 74 millones de votos, y contando. Ni siquiera Barack Obama puede en su halo de rockstar de la política colgarse semejante medalla.

 

Las posibilidades de Donald Trump crecían enormemente si la tendencia era a la baja. Cuanto menos personas votaran, más posibilidades de ganar.

 

La participación electoral llegará a los casi 148 millones de sufragios válidos

El Partido Republicano basa su predicamento eleccionario en una ilógica ingeniería, que da la victoria generalmente al candidato que menos votos obtiene en el sufragio universal. Cuando se formó Estados Unidos, los Padres Fundadores intentaron dar importancia a los estados rurales alejados de los grandes centros urbanos. Hoy, y bajo el mismo sistema, valen proporcionalmente mucho más los votos del estado de Wyoming (500.000 habitantes) que los de los 40 millones de pobladores de California.

 

En una dinámica que desalienta el sufragio (se vota los martes {día laboral}, los expresidiarios en muchos Estados se ven impedidos de votar, hay pocas mesas en barrios populares, hay que registrarse previamente, el voto no es obligatorio, etc., etc.), los republicanos necesitaban que la votación ronde en torno a los 120 millones de votos emitidos. En esta elección, y mediante una fuerte campaña de organizaciones no gubernamentales que insistieron en el derecho a voto y en hacer uso del mismo, la cifra va a llegar a los casi 148 millones de sufragios válidos.

 

Y las aspiraciones de Donald Trump, con estos guarismos, se volvieron poco competitivas.
Y las de Biden crecieron hasta convertirlo en el 46 presidente de los Estados Unidos de América.

 

En Nueva York, Philadelphia y Washington los demócratas salieron a celebrar. FOTO: TWITTER

4-Es la economía, estúpido

Poco antes de las elecciones de 1992, George Bush era considerado favorito por la mayoría de los analistas políticos, fundamentalmente debido a sus victorias en política exterior, como el fin de la Guerra Fría y la Guerra del Golfo Pérsico. Su popularidad entonces había llegado al 90 % de aceptación, un récord histórico. En aquellas circunstancias, James Carville, asesor de la campaña electoral de Bill Clinton, señaló que éste debía enfocarse sobre cuestiones más relacionadas con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas. Con el fin de mantener la campaña enfocada en un mensaje, James Carville pegó un cartel en las oficinas centrales con tres puntos escritos:

  1. Cambio vs. más de lo mismo.
  2. La economía, estúpido.
  3. No olvidar el sistema de salud.

Aunque el cartel era sólo un recordatorio interno, la frase se convirtió en una especie de eslogan no oficial de la campaña de Clinton, que resultó decisivo para modificar la relación de fuerzas y derrotar a Bush, algo impensable poco antes.

A 28 años de aquella frase que quedó instalada en la memoria de la cultura popular americana, Biden podría espetar tranquilamente, tal como hiciera Clinton en aquel recordado debate, que la recesión económica que afronta Estados Unidos en la actualidad fue el clavo en el cajón de las aspiraciones reeleccionistas de Donald Trump.

La firma de tratados de paz por parte de Israel (principal aliado exterior de la Administración) con países del Golfo Pérsico, el acercamiento al dictador norcoreano Kim Jong Um y la presión sobre Cuba y Venezuela no son medallas suficientes fronteras afuera que logren equilibrar el peso de la debacle económica del Gigante del Norte.

A pesar de un repunte del crecimiento en el tercer trimestre, Estados Unidos no ha logrado recuperar los empleos perdidos en la crisis sanitaria.

Un ejemplo de eso es que, en la última semana antes de la votación, se recibieron unas 751.000 solicitudes iniciales de subsidio por desempleo, cuando antes de la pandemia el promedio semanal era de 200.000.

Epílogo

La respuesta que Joe Biden al rumbo de la pandemia, la recuperación económica y la reinserción de la gran potencia americana en los principales foros de gobierno mundial (ONU, OMS, UNESCO, etc.), son las que definirán el legado del líder de 78 años que, suponemos por razones biológicas, no se presentará a la reelección en 2024.

 

Biden basó su campaña en impulsar el voto por correo para evitar aglomeraciones

También se asoma muy importante observar qué pasará en torno a si Norteamérica se divorcia definitivamente de los protocolos ambientales que son de aceptación prácticamente universal en Occidente, o profundiza por la presión de las petroleras en prácticas como el desaforado Fracking. Porque a la hora de la ecología, al final del día, se trata más de acciones que sobre declaraciones de intenciones.

 

La pregunta que sobrevuela la política americana es si el trumpismo seguirá vivo, en su persona o en la de algún familiar directo (Donald Jr.?, Ivanka?) que quiera continuar el camino antorcha en mano de cara a las presidenciales de 2024 a las cuales Trump Sr. llegaría con 78 años. Un líder inclasificable que conecta más allá de cualquier estructura partidaria con el americano medio. Ese millonario (heredero) que toca la fibra íntima de una sociedad donde la meritocracia juega un rol preponderante, allí donde lo aspiracional seduce mucho en sectores de la clase trabajadora.

 

Un bufón repleto de enemigos, y también de aduladores, que a la hora de perder optó por denunciar trampa con el escrutinio en marcha, presentó recursos judiciales que detuviesen el conteo de votos, y se dedicó a twittear sin límites, cual niño rico al cual le han dicho no.

 

La respuesta, nos canta desde los 60 el Nobel Bob Dylan, is blowin in the wind.

 

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