“Sé que hay muchos que están especulando y que lo hacen de una manera hasta grosera. Algunos le dicen politiquería, diría que ni siquiera, porque aquel que especula con este virus, que es una pandemia mundial, tiene un solo calificativo: es un miserable”.

 

Estas palabras pertenecen a la gobernadora Alicia Kirchner, casi al cierre de su mensaje grabado el domingo pasado, momentos después de firmar el decreto que ordenó nuevas medidas de restricción a la circulación en Río Gallegos, la capital de Santa Cruz, jaqueada por un brote de coronavirus, donde el número de personas afectadas está llegando a las trescientas.

 

 

 

 

De inmediato, la oposición recogió el guante. Hubo reclamos para que el Gobierno se hiciera cargo de la situación y no buscara culpables, incluso se pidió a la mandataria no responsabilizar a la gente del brote epidemiológico que este viernes se cobró su primera víctima fatal.

 

 

 

 

El diputado de Cambiemos, Daniel Roquel salió con un comunicado de prensa casi de inmediato: “No es justo criticar al arco opositor y a la gente”, dijo, denunciando además, que la escalada de positivos es consecuencia de que “no se hicieron los controles” y que “quienes debían cuidarnos, no lo hicieron”, entre otros dirigentes.

 

 

 

Sin embargo, Roquel quedó en la línea de fuego, porque además integra -desde el minuto cero-, el Centro Operativo de Emergencia (COE) que es el que define las medidas para frenar el avance del virus en la provincia, en coordinación con los municipios.
Pero ¿por qué asumen que el mensaje de Kirchner fue dirigido a un sector político?

 

 

 

 

La antesala de esas palabras no fueron las declaraciones de nadie en particular, sino de una explosión de fake news en una dimensión que suele ser invisibilizada por los oficialismos, pero que, en este contexto, es una enorme fuente de información, muchas veces peligrosa: las redes sociales.

 

 

 

 

Antes del mensaje de la gobernadora, estuvieron circulando varios audios que se viralizaron. En ellos se decía que “¡¡El hospital está desbordado, explota de coronavirus!!”; en otro se dijo que, como consecuencia de la enfermedad, Alicia Kirchner había tenido que viajar de “urgencia a Buenos Aires”.

 

 

 

 

Con el positivo del ministro de Economía, Ignacio Perincioli, otros audios de WhatsApp aseguraron que lo habían derivado.

 

 

 

Sin embargo, lo que más indignó a los usuarios de las redes sociales fue la denuncia de que se había realizado una fiesta en el Boxing Club aunque claro, tenía sus versiones; la primera es que se hizo para festejar el cumpleaños de la gobernadora y la otra que ahí se había celebrado el compromiso de la diputada Rocío García y su pareja.

 

 

 

 

Incluso, estas últimas acudieron al foro de escraches de Facebook, Denuncias RG para desmentirlo, lugar donde también habían circulado fotos de funcionarios del Gabinete en una fiesta que sucedió hace por lo menos dos años, o mesas con muchas personas que no cumplían el distanciamiento social, en las que marcaban los rostros de personas que se suponía que eran tal o cual funcionario, pero en realidad no eran.

 

 

 

 

Pero ¿quién es entonces el destinatario del mensaje? ¿Puede alguien postear algo que sabe que no es cierto, y más en este contexto de angustia generalizado, escindirse de estar asumiendo una posición política?.

 

 

 

 

La respuesta es no, y no importa si pertenece o no a un partido.
Probablemente porque no es políticamente correcto cuestionar el comportamiento de una porción marginal de la sociedad, que guiada por intereses desconocidos, propaga este tipo de mensajes, es que no se los menciona a viva voz.

 

 

 

 

Por eso, y porque además está claro que a río revuelto, ganancia de pescadores ¿a quién le sirve esta opacidad sobre los esfuerzos por contener la pandemia?.
Al oficialismo, claramente que no.

 

 

 

El discurso político que siguió luego con el intendente Pablo Grasso fue más allá: “La oposición está esperando con un vasito de cerveza en la mano, que haya un muerto”.
También el jefe de Gabinete, Leonardo Álvarez y algunos diputados, incluido el jefe del Bloque del Frente de Todos, Matías Mazú, cargaron contra los miserables y quienes hacen de este drama mundial un terreno fértil para la politiquería.

 

 

 

 

Pero politiquería no es sólo criticar al oficialismo con una gacetilla, sino hacer de la política un devenir de acciones oportunistas, sin certezas de cómo y por qué, como cuando se pide, desde el Legislativo, que no dejen salir a los presos por la pandemia, sin antes hacer las consultas en el ámbito judicial de la provincia.

 

 

 

 

O como vimos semanas atrás con el comunicado de Juntos por el Cambio, exigiendo que el crimen de Fabián Gutiérrez pase al fuero federal porque revestía “gravedad institucional”, deslizando que pudieron eliminarlo para beneficiar a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

 

 

 

Queda claro que el oportunismo y la politiquería conviven con nosotros al igual que el virus.

 

 

 

 

En este escenario, después de más de cien días de medidas que nos modificaron la vida, nos alejaron de nuestros afectos y en las que vivimos lidiando con la certeza de que no hay quien nos diga cuándo esta pandemia va a terminar, el grado de madurez política es indispensable, sobre todo para dar un ejemplo que verdaderamente nos interpele como sociedad y ponga en off side a la mentira y el odio.

 

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