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La informalidad laboral continúa siendo uno de los rasgos estructurales del mercado de trabajo argentino. Según los datos del segundo trimestre de 2025 elaborados por la Dirección Nacional de Estudios y Estadísticas Laborales en base a la EPH, el 43,2% de los trabajadores del país se desempeña en condiciones informales, aunque la situación difiere significativamente entre asalariados e independientes.
A nivel nacional, el 37,7% de los asalariados no está registrado, mientras que entre los trabajadores por cuenta propia la informalidad trepa al 57,1%, evidenciando la fragilidad del segmento independiente, más expuesto a la falta de protección social, cobertura médica y aportes previsionales.
En este panorama, Río Gallegos se destaca por mostrar uno de los niveles más bajos de informalidad total del país: 28,3%, muy por debajo del promedio nacional y solo superada por ciudades como Ushuaia o la Ciudad de Buenos Aires.
Informalidad: expresión de una estructura económica frágil
4 de cada 10 argentinos trabajan en la informalidad, tomando en cuenta el total de los aglomerados urbanos. Este nivel revela la dificultad histórica de la economía argentina para generar empleo de calidad de manera sostenida.
La diferencia entre asalariados e independientes es una señal clara del problema de fondo:
- Asalariados informales: 37,7%
- Independientes informales: 57,1%
Este último dato es clave: la elevada informalidad independiente refleja la existencia de una masa importante de trabajadores que se autoemplean por necesidad, sin acceso a capital, crédito, tecnología o mercados grandes que permitan formalizar su actividad.
En términos económicos, esto indica baja productividad, mercados saturados y dificultad para sostener emprendimientos formales. En términos sociales, implica mayor vulnerabilidad, ingresos inestables y falta de protección social.
Río Gallegos: alta formalidad asalariada, pero precariedad entre los autónomos
La capital de Santa Cruz, única medida en el informe de la Secretaría de Trabajo, posee un bajo nivel de informalidad laboral, comparada con el promedio nacional: 28,3%. Sólo ciudades como Ushuaia o Ciudad de Buenos Aires ostentan niveles más bajo.
A la hora del desglose, entre los trabajadores asalariados, la informalidad se ubica más de 10 puntos abajo del nivel nacional (24,8% vs 37,7%), reflejando un mercado laboral más formalizado que el promedio argentino.
Sin embargo, el comportamiento cambia al observar a los trabajadores independientes: el 58,5% de quienes trabajan por cuenta propia en Río Gallegos lo hace de manera informal, un nivel que supera incluso el registro nacional (57,1%).
Esto marca una paradoja: aunque la ciudad exhibe un mercado laboral asalariado relativamente formalizado, la mitad de sus trabajadores autónomos continúa sin protección laboral básica. Esto repite una tendencia nacional, pero en Río Gallegos aparece incluso más acentuada.

La Patagonia formaliza, pero no iguala
La Patagonia es, en promedio, una de las regiones con menor informalidad del país. Pero la diferencia entre asalariados e independientes persiste:
- Ushuaia y Río Grande: 13,4% de informalidad asalariada pero 40,3% en independientes.
- Neuquén y Plottier: 16,6% y 51,0%.
- Río Gallegos: 24,8% y 58,5%.
- Comodoro Rivadavia y Rada Tilly, tiene una informalidad asalariada del (23,2%), y un porcentaje de independientes informales similar al de Río Gallegos (58,5%)
Esto muestra que incluso en territorios con mayor ingreso per cápita, mejor empleo industrial o estatal y mercados laborales más robustos, los trabajadores autónomos siguen quedando relegados.
En términos socioeconómicos, esto significa que buena parte de la población que trabaja fuera del empleo formal queda al margen del principal motor de movilidad social ascendente: el empleo de calidad.
La Patagonia es, en promedio, una de las regiones con menor informalidad del país.

Una doble estructura económica-laboral.
En la Patagonia en general existe un sector asalariado formalizado y relativamente protegido. Fenómeno explicado por factores económicos:
- Fuerte presencia del empleo público, que en ciudades patagónicas tiene un rol central como sostén del empleo formal.
- Empresas del sector energético y de servicios regulados, que suelen tener planteles registrados y salarios más altos.
- Mercado laboral menos competitivo, donde el empleo registrado tiene mayor peso relativo.
Desde el punto de vista social, esto genera estabilidad y acceso a derechos laborales para una parte significativa de la población.
Un sector independiente precarizado y vulnerable
Pero los trabajadores cuentapropiestas o independientes, son los que reflejan el mayor margen de informalidad, lo que refleja:
- Emprendimientos pequeños y de baja escala (oficios, servicios personales, comercio barrial).
- Altos costos de formalización en relación con los ingresos, especialmente en zonas donde el costo de vida es elevado, como la Patagonia.
- Dificultades para acceder a programas, créditos o herramientas para sostener un negocio formal.
- Mercado local reducido, que limita el potencial de crecimiento.
Socialmente, este segmento es el que más riesgos enfrenta: ingresos inestables, falta de jubilación, ausencia de cobertura ante accidentes o enfermedades.
Factores económicos y sociales que explican la informalidad
Son varios los factores que explican la informalidad que no sólo pasan por un aspecto económico sino también social. La distribución de la misma cambia según el sector y las características del mismo. Las mismas se pueden enumerar de la siguente forma:
a. Productividad y estructura del tejido productivo
Las regiones con mayor concentración de actividades industriales, energéticas o estatales tienden a tener más empleo formal. Allí donde predomina el sector servicios de baja escala, la informalidad independiente crece.
b. Distribución del ingreso
En ciudades donde el ingreso promedio es bajo o muy desigual, la formalización se vuelve más costosa y menos accesible para pequeños trabajadores.
c. Rol del Estado
El empleo público opera como un estabilizador social. En la Patagonia, su importancia explica parte de la baja informalidad asalariada.
d. Barreras socioeconómicas a la formalización
La informalidad independiente no solo es económica —también es social:
- Desconocimiento de regímenes simplificados;
- Baja bancarización;
- Inestabilidad en la demanda;
- Falta de redes de comercialización;
- Costos administrativos.
e. Brechas territoriales
En zonas donde el mercado laboral es pequeño, cualquier caída de la actividad obliga a muchos a refugiarse en el autoempleo informal.
Río Gallegos: un caso que refleja las tensiones del modelo patagónico
Río Gallegos combina un mercado formalizado y estable para los asalariados, y un sector independiente frágil y expuesto. Esto genera una dualidad que condiciona el desarrollo local.
Desde un punto de vista económico-social, esto implica:
- Desigualdad interna entre sectores formales —con buenos salarios y estabilidad— y sectores informales —con ingresos fluctuantes y menor acceso a derechos.
- Dependencia del empleo estatal, que hace al mercado laboral más estable pero también más rígido.
- Riesgos de vulnerabilidad futura, dado que quienes hoy trabajan informalmente no generan aportes jubilatorios ni acceden a protección ante contingencias.
Un desafío que combina política económica y política social
La informalidad, especialmente la independiente, no se resolverá solo con incentivos tributarios o controles. Se necesitan políticas económicas que:
- Fortalezcan la productividad local
- Amplíen las oportunidades para emprendimientos formales
- Diversifiquen el tejido productivo
- Faciliten el acceso a crédito, capacitación y mercados.
Y políticas sociales que:
- Garanticen cobertura y protección a trabajadores que hoy están fuera del sistema;
- Reduzcan las barreras de ingreso a la formalidad.
- Aborden la informalidad no como un incumplimiento, sino como un síntoma de desigualdad estructural.
Río Gallegos es un ejemplo claro de esa tensión: una ciudad con baja informalidad total, pero con un sector independiente que sigue siendo el eslabón más débil del mercado laboral.
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