Por tercera vez, después de haber combatido en 1982, Fernando Alturria visitó las Islas Malvinas.
“Fue una semana inolvidable, muy intensa”, afirma al móvil de La Opinión Austral tras haber regresado este sábado a Río Gallegos. El veterano de guerra intenta y en algunos momentos logra transmitir lo que siente por ese territorio que con 19 años defendió y por el que hoy, en sus propias palabras, vive.
“Regresé inflado de emoción después de recorrer los campos de combate, Puerto Argentino y todas las zonas que tuvieron una significancia especial en el ’82 y los lugares donde estuvo nuestro héroe José Honorio Ortega”, agrega.
“Lo tomó con una emoción terrible porque es el lugar donde murió nuestro héroe y eso para mí es muy importante”, señala.
Entre los sitios que visitó estuvo el puente colgante, ubicado a aproximadamente 3 kilómetros al sur de Pradera del Ganso, uno de los últimos lugares en los que el soldado Ortega estuvo antes de entrar en combate.
En 1982, Alturria era cabo del Ejército Argentino, jefe del Grupo Mortero, pero dado que el material pesado del regimiento nunca dejo el continente, debieron utilizar pistolas ya que no les correspondía que utilizaran fusiles.
“Nos dieron un mortero que con un rezo de un Padre Nuestro y un Ave María funcionaba, lo que te prestan es siempre lo peor lamentablemente”, acota.
“No eran soldados eran ocho vidas que me cargué al hombro. Mi mayor deseo era que no se me muera ninguno, sabemos que en la guerra podés morir en el combate, una bomba te cae encima y no podes hacer nada, pero que ellos murieran por culpa mía, por una mala orden, por una negligencia, por un descuido, no me lo hubiese perdonado. Gracias a Dios volvieron conmigo, hicimos un equipo muy bueno, nos cuidamos mutuamente”.
La experiencia de Alturria en la guerra está polarizada, pasa de la alegría de llegar como soldado a la “zona caliente” al dolor del fin.
“Es un dolor que uno no te imaginas, te parte el corazón ver ese lugar donde estuvo tu bandera y hay otra. En las charlas hablo con los chicos de que hay que respetar esa bandera porque no la perdieron, saben que si hablan, se mueven o no respetan esa bandera, al otro día va a estar ahí. Nosotros, la perdimos”, lamenta.
“Por eso la bandera es tan simbólica, es nuestra, somos nosotros“, afirma y remarca que “cada argentino que pise Malvinas es una bandera flameando porque a la bandera la llevamos adentro, con cada paso que uno haga en Puerto Argentino, estamos haciendo soberanía, creo que la bandera flamea más que nunca”.
Campo santo
Su visita al cementerio fue extensa, duró seis horas. “Es un lugar en el que se siente una paz que no te podes imaginar, no te queres ir, yo no me quería ir”, reconoce.
El campo santo está ubicado “en el medio de la nada. Cuando vas de Puerto Argentino hacia el cementerio, hay una partecita que se ve, pero después no. Por ejemplo, estaba proyectado que la cruz mayor iba a tener unos cinco metros de altura, pero la tuvieron que bajar porque se veía desde el pueblo”.
En el cementerio, Alturria rindió homenaje a los caídos, dejo rosarios en nombre de los veteranos de guerra de Santa Cruz y una cinta celeste y blanca en la cruz del único santacruceño caído en combate.
“Faltan solo cuatro o cinco tumbas sin identificar, antes era triste ver 123 tumbas sin identificar“, recuerda.
A medida que avanza la entrevista de casi media hora, que se puede ver en las redes del Grupo La Opinión Austral, Alturria busca explicar lo que significa el viaje y en el cierre es contundente.
“Ir a Malvinas ¿Qué tiene de lindo? No te lo puedo explicar, tenés que ir a Malvinas para sentirlo. Me reencontré con el joven soldado de 19 años, todos dejamos una parte allá, yo deje una parte de mi corazón está allá, allá estoy completo. Cuando llegué, parecía que nunca me había ido, y la última vez que estuve fue hace casi 10 años, pero parecía que había estado ayer. No es que Malvinas me absorbe, yo vivo por Malvinas“, cierra.
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