El proyecto “ecoguardianes” surgió como iniciativa desde la institución del Jardín N° 1 de Río Gallegos en 1997. El mismo nació de la necesidad de re-significar la tarea docente en relación al cuidado del planeta. En la actualidad el mismo se mantiene vigente y propone a los más chicos, mediante la educación en el aula, la concientización sobre el medio ambiente.
Violeta Paccot hoy es jubilada y fue directora del Jardín N° 1 de Río Gallegos. Dialogó con La Opinión Austral sobre la propuesta que ya lleva más de 20 años en la institución y que hoy se replica en diversos sectores académicos, donde la concientización ambiental se replica como punto de partida en la enseñanza de los más chicos. Fue una de las precursoras de la propuesta que, junto a sus colegas del Jardín, replicaron a lo largo del tiempo.

“El proyecto ecoguardianes, en primera instancia, surge de la necesidad de re significar nuestra tarea docente ofreciéndoles nuevas y significativas posibilidades de aprendizaje en relación al cuidado de nuestro planeta. En esa búsqueda, junto a mi colega y amiga Susana Luppo, fuimos creando y pensando cómo concretarlo desde una instancia áulica”, sostuvo Violeta.
Así nace, continuó, “pensado para nuestros alumnos, paulatinamente y luego de mucho trabajo de planificación, investigación y demás, fuimos dándole forma, pero por sobre todas las cosas la esencia del proyecto”.
La propuesta educativa tiene como foco a los alumnos, que resultan agentes multiplicadores: “Como puentes de buenas acciones que se irían reflejando en la institución, la familia y la comunidad educativa. Y esa promesa del 4 de septiembre sería y será para toda la vida. Es decir, decimos sí al cuidado de nuestra madre hogar realizando en nuestra vida cotidiana buenas acciones que beneficien a la concientización y cuidado del ambiente”.
Es así que, tanto para Violeta como para Susana, el proyecto las superó satisfactoriamente, y con el tiempo se convirtió en proyecto institucional. “Así, en equipo educativo, fuimos creciendo y superando obstáculos y corrigiendo lo que no estaba bien”, agregó.

Violeta, que hoy está jubilada, sostuvo: “Mi corazón, aún ya jubilada, es ecoguardián porque el compromiso es para siempre. Ese fue uno de los objetivos a alcanzar, que no fuera algo superficial sino que lo aprendido se quedara para siempre en cada niño o niña, como semillas que concientizaran a sus familias y su mundo circundante”.
“En los chicos impacta de manera inmediata”
Violeta contó cómo se trabajaba en aquel entonces la propuesta. Las acciones eran simples y fáciles, agregó, en relación al cuidado del ambiente y por sobre todo ser responsables de las acciones ciudadanas y cotidianas. “Desde tirar la basura al lugar adecuado, cuidar responsablemente las mascotas, el cuidado del propio cuerpo y todo lo que el diseño curricular planteaba para cada ciclo, nosotros lo abordábamos de manera transversal en todas las áreas de aprendizaje”, relató.
Es así que desde la institución se organizaban meriendas saludables. Juegos recreativos con mensajes relacionados a la temática, cumpleaños con alimentación saludable, etcétera. “Las planificaciones eran atravesadas según cada unidad por temas acordes a la concientización del cuidado del medio ambiente”, detalló.
Violeta detalló el surgimiento del proyecto; “ya en el Jardín Número 1 de la mano de María Elena Fortina, quien tenía un gran espíritu ecológico y por el cuidado del medio ambiente, nos forjó como equipo educativo a trabajar estos temas a nivel áulico. El Jardín 1 siempre tuvo ese espíritu”, sostuvo.
En aquella época, el cuidado del medio ambiente no estaba tan instaurado en el ámbito educativo como sucede en la actualidad: “El proyecto era resignificar la propuesta mientras a nivel global se empezaba a hablar de cuidado del ambiente, es así que fuimos introduciendo mayor contenido e importancia. Creo que hicimos un fuerte trabajo y pusimos el foco fuertemente en estos temas. El Jardín siempre ha sido muy creativo y muy a tono con los nuevos aprendizajes y la actualización permanente del docente. En ese entonces, nos capacitábamos, hacíamos cursos y aprendíamos más sobre el tema”, añadió.
Para los chicos, el impacto era inmediato, señaló Violeta: “Lo veías ahí, haciéndose eco de las injusticias o cuando no se cuidaba el ambiente como se debía. Las acciones siempre ?si bien tenían contenido teórico fuerte- eran lo primordial, es decir, lo hacíamos y lo ejecutábamos. Por ejemplo limpiar la sala, cuidar los materiales, cuidarnos a nosotros unos a otros cuando íbamos al baño, utilizar materiales reciclados, reutilizar. Eran acciones absolutamente concretas que llegaban a las familias porque hacíamos actividades con ellos de forma integradora”, concluyó.
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