Durante casi una década, “Luli” tuvo problemas de salud. En mayo 2014, tras haber tenido tres neumonías en un período muy breve, el Dr. Portel le indicó que era necesario realizarse estudios en Buenos Aires.

El diagnóstico era cirrosis hepática y la única opción, un trasplante de hígado. Con controles de hasta tres veces por semana, comenzó la espera. “Empecé la preparación porque el cuerpo tiene que estar sano para poder recibir un trasplante, no tiene que haber ningún tipo de dolencia”, recordó Concepción de Lourdes Tipaina, “Luli”, de 58 años, a La Opinión Austral.

“Sufría mucho de bacterias. Fueron ocho meses que pasé más en la clínica que en mi casa”, sintetizó.

El 8 de enero de 2015, “Luli” estaba con su marido cuando la hematóloga Paz Zurraco ingresó.

– ¡Concepción, llegó, llegó!

– ¿Qué pasó?

– Llegó tu donante, llegó el hígado.

Fue largarnos a llorar, pero de alegría. Ya había pasado por dos procesos en los que no pude recibir el órgano porque tenía bacterias”, repasó.

“A las 17:00 del 7 de enero de 2015 empieza mi operativo de trasplante. El órgano vino de Neuquén. El 8 a las 05:00 me llevaron a cirugía. Fue rapidísimo. Mis órganos funcionaron enseguida, no tuve ningún tipo de inconveniente como otros compañeros trasplantados, será que sufrí tanto en la previa que este fue mi momento de paz”, relató la madre de tres y abuela de dos.

“Luli”, que había preguntado qué esperar al salir de cirugía, reconoce que se asustó cuando se despertó en el Sanatorio de la Trinidad de Mitre y vio que no tenía un respirador, pensó que no se había podido realizar el trasplante. Su esposo la tranquilizó y la Dra. le explicó que no había sido necesario el respirador. “Lo único que tenía era un sonajero en la panza, la Dra. me decía: ‘Los órganos están de fiesta, por eso te suena tanto la panza'”, recordó entre risas.

Pensando en el tiempo transcurrido, afirmó: “Una de mis fuerzas para luchar contra todas las adversidades que se venían era mi nieta. Tenía una foto de mi nieta y estaba siempre en mi mesita de luz. La miraba y decía: ‘Tengo que vivir’. Ella era mi angelito que me daba la fortaleza”.

“La vida me tenía preparadas otras cosas, después de mi trasplante nació mi nietito”, agregó.

Feliz vida

“Todos los 8 de enero digo que cumplo años. Espero que me saluden el 8 de enero, que mis hijos me den un beso, que mi marido me dé un beso, me diga feliz día, feliz cumpleaños, feliz vida. Lo espero más que mi cumpleaños, es una fecha muy importante“, destacó.

A nueve años de su trasplante, observó que la concientización es mayor, pero que aún falta y mucho. “Considero que desde los medios tendría que concientizarse más sobre la donación de órganos. A veces el que no lo pasa, desconoce, fui parte de esas personas que se desinteresaban porque no me pasaba ni a ningún ser querido. No hay que esperar que te pase o le pase a un familiar para decir: ‘voy a donar mis órganos o a inculcárselo a mi familia’“.

Pensando en quienes están esperando un órgano y en sus familiares, expresó: “Es fundamental tener el sostén de los amigos y de la familia. Después vienen las risas, las alegrías, las anécdotas, pero el camino hasta ahí se hace largo y es duro, hay que pasarlo. Quiero darles mucha fuerza, lo pasé, sé lo que se siente, sé lo que pasó mi familia y es muy triste el proceso, después son todas alegrías”.

Cerrando, agradeció “infinitamente a mi ángel donante y a su familia. Es un gesto de amor. Cada vez tenemos que ser más conscientes de la donación de órganos“.

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