En la entrevista que realizara años atrás a las primos Eva, Mayo y René Mackenzie, y Shirley Speake, surgió una vivencia de Fridiofine Dill, su “Oma” (abuela): “Mis bisabuelos conocieron al Presidente Julio Argentino Roca porque en su visita a Río Gallegos, en 1899, realizaron una recepción en la estancia “Chymen Aike”.

 

Los Kark (“Markatch Aike”) hicieron de anfitriones porque no estaba la señora de Eberhardt. Oma recordaba que la gente le decía a Roca “Señor Presidente” y que él, en cierto momento, les dijo: “Por favor, no me llamen Presidente Roca, llámenme General Roca, porque hace dos meses que salí de Buenos Aires y no sé si sigo siendo el Presidente de Argentina, pero sí soy el General Roca”.

 

En aquella oportunidad, ante los reclamos de los pobladores, Roca prometió que se instalaría el telégrafo en el término de dos años y cumplió con su palabra. El telégrafo fue un gran adelanto para Santa Cruz.

 

También hizo que se instalara en la costa sur una línea regular de navegación que uniera Santa Cruz con el puerto de Buenos Aires, además de beneficios en los impuestos aduaneros y la instalación de una sucursal del Banco de la Nación, puesto que únicamente existía aquí el Banco de Tarapacá, el banco inglés.

 

El presidente iba a hablarle al pueblo desde el balcón del antiguo Correo, pero ese día amaneció con lluvia y como eran tan pocos los pobladores, no tenía mucho sentido hablar afuera, entonces Roca los invitó a ingresar adentro del edificio de la Gobernación. Y así pasó a la historia que Roca habló desde el balcón, no obstante, entró por la puerta debajo de ese balcón. Mi bisabuelo, Edwin Frank Beecher, también estaba allí.

 

 

El Presidente Roca modernizó el Estado con la Ley de Educación laica, gratuita y obligatoria, que hizo caer el analfabetismo en el país.

 

A Roca le debemos que las actuales provincias de Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego sean argentinas.

 

Creó los territorios nacionales, que dependían del Gobierno central y estaban localizados en las zonas de fronteras, recientemente incorporadas a la jurisdicción nacional, a fin de organizarlas y protegerlas ante alguna pretensión extranjera.

 

Firmó el pacto de límites con Chile, en 1881, que aseguró la paz con ese país, ya que se había llegado al borde de una guerra. Con este tratado, el país trasandino reconoció la soberanía nacional en toda la Patagonia argentina.

 

Fue Roca quien consiguió que Chile reconociera, como principio divisor fronterizo, el de las cumbres más elevadas de la Cordillera de los Andes, que dividen las aguas hacia el Atlántico (Argentina) o el Pacífico (Chile). Impulsó las colonias galesas en la Patagonia, que aseguraron la presencia y la ocupación permanente argentina en la región.

 

Multiplicó la extensión de las líneas férreas y sancionó la ley 1.565 del Registro Civil. El Estado comenzaba a tomar razón del nacimiento, fallecimiento, matrimonio de sus habitantes, que hasta entonces se regían por las inscripciones religiosas.

 

En su primer Gobierno impulsó la ley 1.130, de 1881, de unificación monetaria. Hasta ese momento, cada provincia emitía su propio papel moneda, dificultando el comercio entre ellas.

 

Bajo su segundo mandato se sancionó el Código Penal y el de Minería; ambos consagraron importantes avances sociales, todo un adelanto en su época. Inició la ocupación argentina de la Antártida, al establecer la base de las islas Orcadas (1904); y comenzó la explotación petrolera en Comodoro Rivadavia (ciudad que se fundó bajo su Presidencia). Dio inicio así a una importante fuente de la riqueza nacional.

 

Fue el primero en impulsar las cumbres presidenciales. Restableció las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, interrumpidas a raíz de la sanción de la ley de matrimonio civil y de educación (ambas bajo su primer mandato) e insertó al país como una potencia sudamericana, ampliamente reconocida en el mundo.

 

En su última gestión, sancionó la ley 3.871 de conversión (1899), por la que asignó a la Caja de Conversión (antecesora del actual Banco Central), creada en 1890, el monopolio para emitir moneda. Imponía, además, una férrea disciplina fiscal y monetaria que impedía al Estado gastar más de lo que recaudaba o emitir sin respaldo.

 

Ello hizo que nuestro peso moneda nacional se convirtiera, para 1920, en una divisa reconocida mundialmente y que la Argentina se encontrara entre los diez países más ricos del mundo, merced a esta preclara norma impulsada durante el segundo mandato.

Por lo expuesto fue el máximo referente de la generación del ‘80, un estadista.

Es por todo ello que la avenida principal de Río Gallegos se llamó hacia 1900, “Julio Argentino Roca” y tenemos su monumento-de civil-como Presidente.

 

Hace algunos años surgió un movimiento “anti Roca” que busca a toda costa denostar la figura del ex militar y dos veces presidente de la Argentina, y quitarlo de un plumazo del panteón de los próceres de la Patria. Como si la historia fuera construyéndose por “buenos” y “malos”. Es bastante más complejo.

 

Esto coincide de alguna manera con la conformación de distintos espacios por los Derechos Humanos, el avance de acciones tendientes a la reivindicación de los pueblos originarios y miradas revisionistas de nuestra historia, entre otras agrupaciones.

 

Algunas, nobles misiones si no estuvieran teñidas por lo ideológico y la construcción de un relato banal y oportunista. Como si intentaran canalizar alguna frustración a través de un chivo expiatorio. En ese caso: apuntando a Roca.

 

Las Campañas del Desierto no se iniciaron con Roca. En 1833 y 1834 fueron las primeras Campañas, expediciones militares al mando de Juan Manuel de Rosas al sur de Buenos Aires y La Pampa, contra los indígenas pampas, araucanos, tehuelches y ranqueles, para terminar con los malones indios, avanzar con la línea de fortines, rescatar cautivos e incorporar tierra para la ganadería y la agricultura, garantizando la soberanía en esos territorios. Eran los “huincas” contra los “indios”, los “blancos” contra los “salvajes”, depende de qué bando fuera.

 

Concluida la Campaña se firmó la Paz con los caciques que se convirtieron en aliados.
Entre 1878 y 1885 se realizaron nuevas Campañas del Desierto para incorporar definitivamente los territorios de una amplia zona de la región pampeana y Patagonia oriental. En 1878 Nicolás Avellaneda era el Presidente de la Nación, y Roca, el militar ejecutor. No llegó la Campaña a Santa Cruz. No era necesario porque las tribus más australes no constituían una amenaza.

 

Este tipo de acción militar fue común en todos los suelos del planeta donde una población originaria intentaba resistir a otra considerada invasora. El choque de culturas llevó siempre al exterminio de una o bien a la fusión de ambas, como el mestizaje.

 

Es válido revisar momentos de la historia, repensarla, pero debemos ser cuidadosos para no caer en el anacronismo, por el que dejamos de interpretar, en este caso, la idiosincrasia de una época en la que no estuvimos presentes y quizás la vida cruel era moneda corriente.

 

Es muy fácil y cómodo, además de irresponsable, ver hechos del pasado con los ojos del presente, además está lejos de ser una mirada científica. Esto no quiere decir que no debamos analizar y debatir situaciones seguramente poco agradables, que además nos incomodan porque nos referimos a cuestiones dolorosas como exterminio, éxodo, muerte, desolación. Entiendo que como sociedad debemos ser prudentes y no caer o provocar el fanatismo.

 

Hace algunos días, el reconocido escritor español, Arturo Pérez Reverte, dijo durante una entrevista sobre su último trabajo referido a la Guerra Civil Española: “Juzgar el pasado con ojos actuales es una estupidez”.

 

Para los descendientes de los pueblos originarios de aquella época no hay nada que lo explique, absolutamente nada que lo justifique, pero no podemos volver el tiempo atrás. Sin Rosas, Roca, sin Piedra Buena, sin Moyano, sin tantos próceres, no estaríamos viviendo todos nosotros aquí. Existieron cuestiones que debían hacerse de algún modo, mal que les pese a algunos. Claro que podría haberse hecho de otro modo. Seguramente. Pero por algo no sucedió.

 

Roca fue ese militar de la Campaña del Desierto que aseguró la Patagonia para la Argentina, terminando con las aspiraciones de Chile y por qué no, Inglaterra. Roca, apodado “el zorro”, eligió ese momento porque Chile estaba ocupada en la Guerra del Pacífico, contra Perú y Bolivia.

 

Puede criticarse luego el acceso a la tierra de la Pampa Húmeda de la elite porteña, pero también fueron ellos quienes financiaron la campaña.

 

Es muy probable que avance este movimiento que quiere-por ejemplo-quitar su monumento. Me parece absurdo. ?Qué se lograría desmonumentalizando el país?¿Qué conseguirían los descendientes de los pueblos originarios?

 

Mi admiración permanente por la cultura de los pueblos originarios, a la que dedico intensos meses en la cátedra Identidad y Patrimonio en el Instituto María Auxiliadora, y también mi admiración por Roca.

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