Hace poco más de un año, la hija del matrimonio Arancibia tuvo que ser internada en el Hospital Regional Río Gallegos. Dos días después, el 25 de agosto, acompañada por su padre Juan Manuel, fue derivada de urgencia en avión sanitario a Buenos Aires.
“El síntoma principal que tuve fue una hemorragia que no paraba, era debido a la cantidad de plaquetas que tenía en ese momento. Tenía fatiga, cansancio extremo, al principio me resultó raro, luego aparecieron las palpitaciones, escuchaba mi corazón latir demasiado rápido, al igual que cuando me cansaba, sentía las palpitaciones en la cabeza y me saturaban”, contó Antonella, en su casa de Río Gallegos, a La Opinión Austral.
La adolescente había pasado de hacer deporte cinco veces a la semana a cansarse con la actividad más mínima: no podía ni tender su cama.
En el Hospital Militar en Buenos Aires “estuve completamente aislada por una semana, no podía recibir visitas porque estaba neutropénica, mis defensas estaban muy bajas, al igual que los otros factores de la sangre”, indicó.
Después de un mes y tras completarse el total de los estudios necesarios, hubo diagnóstico. “Era aplasia de médula severa, una condición en la que la médula deja de producir factores de la sangre tales como glóbulos blancos, plaquetas, hemoglobina, y esto tiene su gravedad principalmente por la condición donde mi cuerpo no produce sangre, entonces no llega a los órganos, no llega el organismo, no produce oxígeno”, explicó.
Sobre el padre Pío
Cuando aún aguardaban el diagnóstico y Antonella estaba en terapia intensiva, Andrea Galeano, su mamá, habló con una amiga y le dijo que su hija necesitaba un milagro.
“Le pedía a Dios un milagro que salvara su vida. Una amiga llegó ese día al hospital y me trajo la cadena con la medalla del padre Pío, ese día entraba a cirugía y a partir de ese día, todo empezó a mejorar. ‘Anto’ nunca se la sacó hasta que volvimos a Gallegos”, contó Andrea.
“Él salvó la vida de Antonella”, afirmó. En agradecimiento, Andrea reza todos los días su oración.
El donante
Después del diagnóstico, relató Antonella: “Me explicaron que fue un caso idiopático, es decir, que no se dio por causa ni razón alguna, la médula dejó de producir y esto ya no se podía revertir. Después siguieron con lo que sería el tratamiento, que sí o sí sería con un trasplante de médula, ya que no se podía revertir con nada”.
“Me sentía muy mal y vivía a base de transfusiones”.ANTONELLA ARANCIBIA
En el Hospital Favaloro, los padres y el hermano, de 14 años, de Antonella realizaron la prueba para saber si eran donantes compatibles. Los resultados demoraron un mes.
“La prueba fue una muestra de sangre, después te llevaban los resultados del examen y te decían si eras compatible o no”, explicó Juan Manuel (15) sobre el procedimiento.
“Los primeros días no caía de lo que estaba pasando, me habían contado que podía llegar a ser compatible, pero no creía que iba a ser 100% como se dio, pensé que iban a ser mi papá o mi mamá”, contó el adolescente y acotó que “el día que me lo dijeron, fue un alivio saber que mi hermana se iba a curar”.
“Fue totalmente una sorpresa saber que mi hermano es genéticamente compatible a mí, me resultaba super loco y también el hecho de recibir una cura. Llevaba meses con la enfermedad, me sentía muy mal y vivía a base de transfusiones“, recordó.
“Ni bien te terminan de dar los resultados, al que es genéticamente compatible le explican cuáles van a ser las alternativas. Eran dos, una era entrar, me dormían y ahí iban sacando, esa era la que se usaba antiguamente, y después está la que se usa en la actualidad, acostado en una cama, de un lado me sacaban lo que necesitaban y por otro lado, me devolvían lo que era mío”, explicó Juan Manuel.
“Sinceramente, prefería estar dormido, no sentir nada, despertarme y que haya pasado todo, como un abrir y cerrar de ojos, pero terminé eligiendo la segunda opción y me resultó bastante cómoda, estuve con mi papá que me acompañó durante el proceso y fue muy tranquilo”, relató sobre el procedimiento que se extendió por dos horas.
14 minutos
El alivio llegó a la vida de Antonella el 27 de octubre en el Hospital Italiano. “Lo que recuerdo es que unos días antes a mi hermano le habían sacado las células madre y dos días después, me realizan el trasplante”.
“Fue un alivio saber que mi hermana se iba a curar”.JUAN MANUEL ARANCIBIA, HERMANO DE ANTONELLA
“Estaba rodeada más o menos de cinco doctoras y la principal, que era la que realizaba el trasplante. Me tomaban la presión y estaba monitoreada. El trasplante duró aproximadamente 14 minutos, fue rapidísimo, ya que la cantidad que le sacaron a mi hermano era perfecta”, repasa. Y cuando dice “perfecta” no está exagerando, Juan Manuel era compatible al 100% y eso permitió también que el trasplante fuera más rápido de lo habitual.
Durante esos minutos, la adolescente estuvo tranquila, conversó con las doctoras y les hizo preguntas.
Pronta a cumplir un año del trasplante, Antonella decidió contar su historia pensando en compartir lo que muchos no saben sobre la aplasia de médula severa, que, vale aclarar, no es un tipo de cáncer.
“Cuando estaba en el hospital teníamos total desconocimiento, por parte de mi familia, desde qué era la enfermedad hasta qué podía pasar y esto generó mucho miedo, que tuviéramos miedo y estuviéramos confundidos”, recordó y amplió “quiero que esto pueda brindar conocimiento a gente que no sabe de esta enfermedad, como nos pasó a nosotros al principio. Yo no sabía que existían enfermedades de médula más allá de la leucemia, del cáncer, desconocía totalmente esta enfermedad. Fue un proceso que también me sirvió para aprender desde este punto de vista, el del hospital, que es completamente desconocido. Mucha gente está con sus familiares, lo pasa mal, pero después se curan y creo que eso es lo más bonito”.
Antonella tuvo controles semanales hasta que recibió el alta. En enero regresó a Río Gallegos y en febrero retomó sus actividades. Diariamente toma entre 10 a 15 pastillas (NdR: inmunosupresores), pero ya está “totalmente acostumbrada”.
“Con la actividad física también tengo que tener cuidado porque, a comparación de antes, me canso un poco más rápido, pero nada fuera de lo normal”, señaló.
Por su parte, Juan Manuel reconoció que “al principio era muy reservado (sobre el tema). En el momento en el que llegué y les conté todo a mis amigos, fue bastante impactante para ellos que haya pasado todo eso en tan poco tiempo y que justo haya sido yo el que tomó un papel tan importante en el tratamiento”.
¿Cambió la relación de hermanos? Coinciden en que se mantiene igual, pero Antonella acota que “a mi hermano lo tengo en lo alto, es mi héroe, salvó mi vida”.
“Al principio van a tener miedo porque no saben lo que están pasando y no saben lo que se viene, pero todo se va a dar, las cosas se van a solucionar, todo tiene un final feliz”, sostuvo Juan Manuel sobre donar médula.
“También es un proceso de aprendizaje, le puede pasar a cualquier persona. Hay que generar ese interés en el conocimiento, que las personas conozcan esta enfermedad para saber adónde recurrir, qué tratamientos hay, y no siempre centrarse en lo malo. Para donar hay que registrarse, solamente te sacan sangre y de esa forma podés salvarle la vida a una persona“.
Hoy 26 de septiembre Antonella cumple 17 años y este cumpleaños no será uno más para los Arancibia: este es el primero después del trasplante. Juan Manuel recordará hoy cuando tuvo que subirse al avión sanitario con su hija y Andrea, todas las veces que rezó para que sucediese un milagro.
Juan Manuel, su hermano, le dio la oportunidad de seguir viviendo y al momento de decirle algo, Antonella expresó: “Es una persona de la cual estoy super orgullosa, lo amo con mi corazón y con mi vida, es una persona importante desde el momento que nació hasta el momento en el que dio vida en vida“.
Leé más notas de Belén Manquepi Gómez
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