Your browser doesn’t support HTML5 audio
Frustración, bronca, dolor e impotencia. Esos fueron solo algunos de los sentimientos que se registraron este lunes en la Cámara Oral. Los seres queridos de Brianna Matulich comenzaron a transitar el proceso de Verdad y Justicia por el crimen de la adolescente que perdió la vida en un incidente vial evitable, ocurrido el 31 de diciembre de 2023 en la autovía 17 de Octubre de Río Gallegos.
La jornada comenzó cerca de las 8 de la mañana, cuando Esteban González, procesado por el hecho caratulado como homicidio simple con dolo eventual en concurso ideal con lesiones graves con dolo eventual, fue trasladado a las instalaciones que el Poder Judicial tiene en Malaspina 40, en la capital de Santa Cruz.


La sala de juicio estuvo colmada de familiares de Brianna. Entre intercambios de miradas y algunos murmullos, con un ligero retraso, vieron ingresar a González. Fue introducido al recinto por la puerta utilizada por los jueces, por cuestiones de seguridad. Esposado, con un buzo azul de tela, un pantalón chupín negro y mocasines color crema, fue sentado junto a su abogado, Fernando Rocha.
En ningún momento levantó la vista; solo jugaba con sus manos, formando figuras que iban desde triángulos hasta rombos, posiblemente para evitar la mirada inquisidora de los seres queridos de la víctima. La mayoría, chicos que no tenían más de 16 años, fulminaron al acusado con la mirada hasta el ingreso del tribunal.
El juicio fue presidido por María Alejandra Vila. Junto a ella estuvieron Jorge Yance y Marcelo Bersanelli, este último como vocal subrogante. Ahora, las miradas se centraban en el tribunal. Frente a González se ubicaron Verónica Zuvic, fiscal de Cámara, y Andrea Pérez, jefa de despacho. Al lado, Matías Solano y Karen Cader como querellantes.
Luego de algunos pedidos de nulidad por parte de Rocha, que no prosperaron, se dispuso un cambio en la acusación a raíz de una instrucción suplementaria vinculada a la velocidad a la que circulaba González. La misma fue levemente reducida, aunque se mantuvo el agravante, lo que no modifica el quid de la cuestión.
González mantuvo la mirada fija en sus manos y hasta mostró algunos signos de bruxismo. En paralelo, los allegados de Brianna comenzaban a llorar o se comían las uñas. El empleado bancario, oriundo de Córdoba, iba a dar su versión de los hechos.
Sentado en el banquillo de los acusados, aseguró que para él aquel sábado fue un día normal. Había estado en el centro junto a su pareja. “Gorda, abrieron el bar. Podríamos venir a la noche, ¿no?“, le dijo. Luego volvieron a su casa, limpiaron y, cerca de las 7 de la tarde, él se preparó un fernet y le sirvió una cerveza a su novia. “Teníamos pensado irnos de vacaciones a Córdoba y planeábamos tener un hijo”, aseveró.
González relató que esa noche fueron al bar ubicado en el centro de la ciudad. Al momento del cierre, fueron al boliche ubicado en la misma cuadra. “Tomamos algo, no recuerdo qué“, dijo, y agregó: “Fuimos por la autovía porque íbamos a comprar hamburguesas en la estación de servicio”.
Ya en la autovía, la mecánica conocida del incidente se diferenció de la que brindó González. “Observé un auto rojo. Se cruzó frente a mí. Intenté frenar, maniobré el volante, solté el freno por temor a volcar. Sentí un impacto y la camioneta derrapó. Vi tierra delante del vehículo y choqué. En ese momento sentí miedo. Mi esposa estaba lastimada. Me asusté mucho y me fui del lugar“.
Una vez que dijo esto, los ojos de los seres queridos de Brianna se llenaron de lágrimas. En paralelo, comenzó el pedido de misericordia de González: “Jamás hubiera querido que algo así sucediera. Nunca fue mi intención que alguien resultara herido, mucho menos que alguien muriera. No soy así. Fue una fracción de segundo, no vi nada en el capó“, dijo con la voz entrecortada, hundiendo su rostro en un pañuelo. “Les pido perdón por el dolor que causé. Lamento muchísimo esto. No puedo devolverles a su hija, pero puedo pedir porque tengan paz”, concluyó. Luego, Rocha adelantó que su cliente solicitó no estar más presente en la audiencia y fue trasladado a una habitación contigua.
Los padres
Mabel Maidana y Jorge Matulich fueron llamados como testigos. Ella fue la primera, y su testimonio fue desgarrador al contar cómo se enteró del incidente fatal. “Fui al hospital y nadie me decía nada de Brianna. Fui a la autovía y vi la carpa. La levanté un poco y ahí estaba mi hija”, dijo conmovida. Además, expresó que la familia de González “nunca se comunicó, nunca pidió perdón”.
“Tenemos una mochila. Pri (la sobreviviente) me preguntaba por su hermanita y yo no sabía qué hacer”, recordó. Dijo también que tanto ella, como Thiago y el resto de la familia, “hay días que no tenemos ganas de hacer nada”. Como dato, a Mabel le mostraron un aro que había quedado en el parabrisas de la camioneta: “Sí, ese arito era de Bri”, dijo.
Por su parte, Jorge expresó: “Cuando me dijeron que habían atropellado a Bri, ahí me di cuenta que ya no tenía a mi hija. Mi vida cambió para siempre“.
Los sobrevivientes
Los testimonios más crudos fueron los de Priscila, Thiago y Daro, los hermanitos y el amiguito que, aunque sobrevivieron, cargan con secuelas difíciles de borrar. Thiago dijo: “Solo atiné a agarrar a Pri del brazo, la camioneta se nos vino encima”.
Pri expresó que, tras el hecho, ahora se siente sola y rara. Consultada sobre las cicatrices, dijo que no le gustaría tenerlas. “No puedo hacer deporte” y “ella era mi compañía” fueron solo algunas de las frases que compartió con el tribunal entre sollozos.
Daro recordó a Brianna: “Ella era la mayor, así que ella era la que mandaba. Nos fuimos de esa fiesta y cruzamos por el bulevar porque no venía nadie. Yo alcancé a cruzar, no vi nada. Solo escuché el ruido y vi que Bri estaba lejos. Fuimos con Thiago a tratar de levantarla, pero no reaccionaba. Entonces lo abracé a Thiago”.
Los taxistas
El rol de los trabajadores del volante fue fundamental para poder dar con González tras la fuga. Una taxista, que también es inspectora de Tránsito, fue quien vio la picada ilegal por la autovía. Sentada en el banquillo, aseguró que pudo calcular que los autos circulaban a más de 90 km/h.
Otro taxista se cruzó con González por la calle Gendarmería. “Casi me choca de frente, iba en llanta, y les avisé a mis compañeros sobre este tipo porque podía provocar una tragedia“, aseguró ante el tribunal.
Curiosamente, su pareja trabaja en la misma parada de taxis. Ella estaba en la garita ubicada a metros de Beccar y Tucumán y, momentos después, vio pasar la EcoSport en dirección al barrio Codepro. Ya contaba con el dato de que una camioneta se había fugado tras atropellar a dos nenas.
“Yo la seguí por la calle McKinlay. En todo momento me comuniqué con la Policía por el canal que tenemos. Les decía que se apuraran porque parecía que se iban a fugar”, indicó ante el tribunal. Como dato, tanto la mujer como su pareja —quien llegó casi en paralelo con la Policía— coincidieron en que González salió de su casa sonriendo y dijo: “¿Tanto problema por haber atropellado a un perro?”.
El acusado de la picada
Mendoza, un ex voluntario del Ejército, fue señalado como el conductor del auto rojo que presuntamente corría una picada con González. Él desmintió todo, dijo que pensó que se trataba de un intento de robo y que colocó las balizas “para estacionar” en la autovía, pero que “la camioneta se me pegaba atrás”.
El hombre además afirmó que no denunció el caso porque tenía guardia durante el feriado de fin de año. “No tomé esa noche. Fui a cambiarme a la casa de mi tía. Eran las 6 y puse la alarma a las 8. Me quedé dormido y me vinieron a buscar mis superiores“, agregó. Su testimonio presentó algunas contradicciones.
La audiencia prevista para mañana martes fue suspendida. Así lo confirmaron fuentes consultadas por La Opinión Austral este lunes por la noche. El juicio recién se retomará el miércoles, con el testimonio de policías que trabajaron en el caso y otros testigos propuestos por la defensa, además de otros peritos fundamentales para la causa.
Leé más notas de Martín Muñoz Quesada
Compartir esta noticia
Dejanos tu comentario