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Hijo de los italianos Constantino y María Fusari, Alejandro Buccolini nació en Ferré, provincia de Buenos Aires, el 18 de enero de 1930.
Fue alumno de la Escuela Agrotécnica Salesiana de Ferré a la que ingresó el 24 de mayo de 1940. Sintiéndose llamado a la vida salesiana, continuó sus estudios en el aspirantado de Ramos Mejía y de Bernal (1942-1946).
En 1947 hizo el noviciado en Los Cóndores, provincia de Córdoba. Posteriormente, ingresó en la Sociedad Salesiana de Don Bosco, donde recibió la ordenación sacerdotal el 24 de noviembre de 1957.
En 1973 inauguró, como primer director, el Seminario Salesiano “Ceferino Namuncurá” de Funes (Santa Fe), próximo a Rosario.
Fue inspector de la Inspectoría Nuestra Señora del Rosario entre 1979 y 1985 y entre 1991 y 1992.
El 11 de julio de 1992 el papa Juan Pablo II lo eligió obispo de la Diócesis de Río Gallegos. Recibió la ordenación episcopal de monseñor Jorge Manuel López, arzobispo de Rosario, el 26 de septiembre y tomó posesión de la diócesis el 3 de octubre de 1992. Su lema episcopal fue “La caridad de Cristo nos apremia”.
Desde la Inspectoría Salesiana Beato Ceferino Namuncurá recuerdan que como religioso, director, inspector y hermano, Buccolini demostró “tener cualidades excepcionales de inteligencia y de corazón. Por eso, se ha granjeado sólidas amistades, sincero afecto y una incondicional adhesión a sus propuestas de fidelidad a la Iglesia y de intenso trabajo por el reino con el carisma de San Juan Bosco. Por todo lo cual, necesitando un obispo para la Patagonia, la Conferencia Episcopal Argentina puso en él sus ojos y lo propuso para esa misión”.
Buccolini, reseña la agencia Aica, tenía una especial preocupación por “crear, fortalecer y acompañar estructuras de trabajo pastoral que permitieran acortar distancias en una diócesis por demás extensa”. Entre ellas, la Junta Diocesana de Catequesis, el Consejo Diocesano de Pastoral Juvenil, Cáritas Diocesana, la Comisión Diocesana Judicial para las causas de nulidad de vínculo matrimonial, un incipiente equipo de pastoral social, el Consejo Diocesano de Asuntos Económicos y algunas delegaciones como las de Pastoral Vocacional, Migraciones, Pastoral Carcelaria, Pastoral de la Salud y Pastoral de Comunicación, que intentó consolidar a través de distintos medios y de la fundación de una radio diocesana en Río Gallegos, FM Presencia.
Buccolini inició también la Junta Diocesana de Religiosos, y guió y acompañó el nacimiento de una nueva comunidad femenina de vida consagrada al servicio de la Iglesia diocesana: la Fraternidad Emmanuel.
El papa Benedicto XVI aceptó su renuncia el 25 de octubre de 2005, habiendo cumplido los 75 años, según lo estable el Derecho Canónico.
A partir de allí, residió en la Casa Artémides Zatti de Buenos Aires.
Monseñor Buccolini murió en Buenos Aires, el 6 de junio del 2014, a los 84 años de edad, 67 de profesión religiosa, 57 de sacerdocio y 22 de obispo.
Su morada definitiva fue el templo del santuario de “Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás” de Río Gallegos, cumpliendo con su última voluntad de descansar a los pies de la imagen de la Virgen que lo acompañó desde el día de su ordenación episcopal.
Un hombre misericordioso
En 2023, en diálogo con La Opinión Austral, monseñor Ignacio Medina recordó la figura del tercer obispo de la Diócesis de Río Gallegos
“Monseñor Buccolini marcó mi vida sacerdotal en varios aspectos. Una de las cosas que uno veía en el padre Alejandro era la ternura que tenía para tratar a la gente, después, el hombre de diálogo que era, sabía vivir la unidad en la diversidad y, por último, su gran misericordia, era un hombre realmente misericordioso. De hecho, elegí el mismo lema episcopal que él: La caridad de Cristo nos apremia“, manifestó.
“Tanto marcó mi vida que cuando él renunció por edad a la diócesis (NdR: por el código de derecho canónico están obligados a renunciar al cumplir 75 años), viene a vivir conmigo a la parroquia en Capital Federal. Estuvo dos años y medio, prácticamente hasta que falleció. Hay un lazo muy importante. También cierta espiritualidad salesiana, fue como pegándose de manera natural en uno. Un hombre de oración, de diálogo, de encuentro, que es lo que queremos vivir como iglesia y como nos propone el papa”.
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