Apasionada, intrépida, animada, sin miedo, valiente. A los 58 años Patricia Mac Lean ha vivido y se anima a vivir, sigue avanzando con aquello que aprendió a amar de pibita, el campo, las ovejas, la ruralidad. “Y decí que la tengo a mi mamá que me va frenando para que no siga comprando campos y creciendo… es momento de disfrutar lo que he hecho, soy feliz“.

Ese amor por la ruralidad viene de familia. Su abuelo, Murdoch Mac Lean, vino de Escocia y se instaló en la zona del Tucu Tucu, en la estancia Los Corrales que era parte de estancia La Guillermina. “Mi abuelo tuvo dos hijos, uno de ellos mi papá, a quien le compró la estancia La Josefina y Río Carbón, un campo de invernada y otro de veranada”, explicó Mac Lean. Después, una tragedia, una enfermedad de su abuelo por parte de madre que falleció de una neumonía “atrapado” (había que salir en lancha) en La Josefina, sin poder salir rápido, hizo que la mamá de Patricia le pidiera a su marido, el padre de Patricia, que vendiera esa estancia. Y así fue como compraron Leubucó.

Si Patricia tuviera 20 años menos, sería una mujer que no la pararía nadie.

Patricia terminó la primaria en Puerto San Julián y a los 16 años ya estaba en el campo. “Sentía que quería estar ahí”, cuenta Patricia. Su padre falleció cuando ella tenía 29 años. Fue duro, difícil, no sólo por lo emocional, sino por tener que hacerse cargo del campo, pero lo lleva en la sangre.

Evolución

Río Carbón y Leubucó funcionan en tándem. Son como un solo campo. Uno, Río Carbón, es de verano, y Leubucó, de invierno. También ha ido comprando otros campos, uno es El Portezuelo y otro La Guillermina. “Hay que invertir mucho cada vez que comprás un campo, porque generalmente están flojos de infraestructura”, contó.

En todos los campos hay cascos donde residen y pueden dormir los empleados. Hace poco colocaron pantallas solares para tener energía y redujeron al mínimo el uso de motores generadores, que “son muy caros de mantener”, sobre todo cuando depende sólo de ellos.

Es una zona muy buenapero riesgosa en los inviernos, sobre todo Leubucó, donde hemos tenido golpes con inviernos crudos e importantes pérdidas, hace 2-3 años se puso feo y tuve que contratar máquinas para correr la nieve y sacar la hacienda”, contó Mac Lean, que tiene ovinos raza poll merino y algo de ganado vacuno, poco, pero que, dice ella, le ayuda para que los guanacos no le molesten la majada ni le coman tanto el pasto.

Para Mac Lean, “el clima es lo peor de todo”. Se las arregla teniendo un campo para invierno y otro para el verano. ¿Cómo funciona? Tradicional en la zona, los animales están en el campo de invernada desde abril hasta noviembre-diciembre, cuando, arreo mediante, se van al campo de verano.

Los inviernos copiosos son algunos de los desafíos a afrontar.

El arreo de un campo a otro es de 50 kilómetros, son cuatro días. “A veces lo hago, otras no, pero es algo que cuando decido hacer disfruto mucho, al campo de veranada entramos sólo con caballos, pero a partir de diciembre ya se puede entrar con vehículos”, apuntó la ganadera. De esquila tiene 23.000 an…

Con el uso de ambos campos, “la rotación y el descanso se dan naturalmente, porque cuando la hacienda está en un campo, en el otro no queda nada y durante ese tiempo los pastos crecen varios meses, hasta que volvemos con las ovejas a pasar la temporada”, contó Mac Lean.

Más allá del guanaco, el zorro y el león, el problema más grande es la tucura. “No hemos podido solucionarlo, cuando avanza la tucura, la langosta, no podemos pararla con nada“, lamentó.

Volviendo a ella, Patricia se declara “orgullosa de tener lo que he ido sumando, trabajar con animales me encanta, en el corral, la señalada, salir a juntar la hacienda, los arreos, hago de todo”. Cuando era jovencita le gustaban mucho los caballos. Llegó a amansar 30, pero luego la administración del campo le quitó tiempo.

Recuerda lo difícil que fue cuando falleció su padre. No era tan simple que respetaran las órdenes de una mujer de 29 años, como por entonces tenía Patricia. “Al principio fue difícil, sobre todo con algunos casos, pero hoy ya está superado, ¡el problema para los hombres es que se tienen que poner a la par mía!”, dice entre risas.

La esquila arranca en septiembre y dura un mes, aproximadamente. En los primeros días de noviembre salen para Río Carbón. “Para el 10 de noviembre salgo con caballos, borregos y capones, y a las ovejas las llevo con corderito al pie a fin de diciembre”, repasó Patricia. Aparentemente será un buen año para la esquila, puesto que el invierno ha sido húmedo, pero no tan crudo como el anterior.

El negocio hoy

Han ido buscando más finura en la lana, que es lo que quieren y pagan los mercados. “Animales más destapados de cara, que no tengan mucha lana en las patas, porque con la nieve se les hace más difícil moverse”, argumentó la ganadera.

Heredó las primeras estancias y en los últimos años compró otros dos campos.

“Yo no me puedo quejar, he sido una persona muy cuidadosa, de mucho trabajo y de nunca gastar más de lo que tengo”, afirma Mac lean. El año que falleció su padre “nevó muchísimo y se nos murió el 50% de los animales. Con ambas pérdidas presentes, las últimas nevadas fuertes la agarraron mejor pertrechada: con na máquina contratada que le corra la nieve para llevar a las ovejas y un cuatriciclo con orugas con el que poder moverse en la nieve espesa. “En esos días crudos te va la vida, pero hay que mantener la calma y hacer las cosas que hay que hacer para salvar la hacienda”, dijo.

Las primeras estancias las heredó de su padre y en los últimos años compró dos estancias más. Si Patricia tuviera 20 años menos, no la pararía nadie. Hoy casi que tampoco, sólo que, quizás, cuando desensilla y frena un poco, prefiere mirar lo hecho, disfrutar de unos mates con su madre y de su hija. Eso es lo único que la detiene. Si fuera por ella, seguiría creciendo e invirtiendo. Sabe que gran parte de lo que logró ha sido con sacrificio. “Soy una mujer feliz haciendo lo que hago, ya he logrado todo lo que he querido, ya lo he logrado todo“, cerró.

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